LOS COLEGIOS DEL PODER POLÍTICO

El 54% de los actuales congresistas y autoridades de gobierno egresó de un colegio particular pagado, instituciones que, en el país, tienen solo el 9% de la matrícula. Ocho colegios, la mayoría privados, han formado a un quinto del total. Lideran el Tabancura y el Verbo Divino. Y el Instituto Nacional apenas aparece.

Por Juan Pablo Figueroa y Sebastián Palma




El peso del Instituto Nacional en la formación de líderes políticos se ha ido desvaneciendo. Su huella actual en el Poder Legislativo y en el gobierno se reduce a tres egresados de sus aulas. Los tres son diputados: Jaime Naranjo (PS), que estudió ahí a fines de los 60; Leopoldo Pérez (RN), que salió en 1974, y Eduardo Durán (RN), de la generación de 1988, el último institutano en llegar al Congreso. Ya no quedan en el Senado ni los hay en el gabinete presidencial. Y en el recambio generacional, su impacto parece ser nulo: tampoco hay egresados después de 1990 entre los políticos de primera línea.

Hace 16 años era distinto. Semillero de al menos 14 expresidentes, el Instituto Nacional era en 2003 el establecimiento educacional que más egresados aportaba al mundo político, según un estudio de la empresa de head hunting Seminarium Pernhyn, que analizó la composición del gabinete del entonces Presidente Ricardo Lagos y los 168 parlamentarios entonces en ejercicio. En total, un 8,3% provenía del Instituto Nacional. Cinco años después, era el 3,3%, y en 2013, Seminarium lo cifró en 2,4%. Hoy solo es el 1,2%.

“El Instituto Nacional ha perdido relevancia. La educación pública ha llegado a un nivel de deterioro tal, que posiblemente los exinstitutanos hoy ya no pongan a sus hijos ahí o en otros colegios públicos, sino con un nuevo poder adquisitivo y mejor nivel de vida, los integren a colegios particulares subvencionados o derechamente a colegios particulares, donde no existe ese deterioro”, dice Eduardo Durán, el último de los institutanos.

¿Tiene hijos, diputado?
Sí, dos de 13 años, aún en cursos menores.

¿Le gustaría que estudien en el Instituto Nacional, igual que usted?
Lo estoy evaluando. No me gustaría que la situación actual del Instituto se perpetuara en el futuro con este nivel de descomposición, en que los alumnos pasan en tomas y paros, donde violentistas se han tomado todo el orden al interior del colegio.

La pérdida de peso del Instituto Nacional en la formación de la élite local tiene una contracara: la participación mayoritaria de los colegios particulares pagados. Un análisis de La Tercera a un universo de 259 personas, que incluyó al Presidente Sebastián Piñera, sus 24 ministros y 36 subsecretarios, los 155 diputados y 43 senadores, refleja que el 54% del total egresó de algún colegio particular, el 30% proviene de la educación municipal y el 11% de un colegio subvencionado (ver infografía). En 2013, la presencia de los colegios particulares en el mundo político era levemente mayor: Seminarium la cifró en 60%. En 2008, según un análisis de La Tercera, era 55%. Pero en 2003 era 45%.

Las proporciones, sin embargo, distan mucho de la participación de cada segmento en la matrícula total. El Ministerio de Educación registra 1.633 colegios particulares pagados en Chile: ahí estudia solo el 9% de los escolares del país, versus el 54% de los subvencionados y el 34% de los municipales. Así, en la política, la educación particular pagada está sobrepresentada y la subvencionada, subrepresentada.

La preponderancia decreciente de la educación pública, según algunos, seguirá acentuándose. “El problema con la desaparición o la pérdida de un rol de los liceos públicos emblemáticos es que se iba a generar una élite menos diversa. Y, efectivamente, existe una disminución en la diversidad. Hay menos personas en posiciones de toma de decisiones dentro de la administración del Estado que vienen de colegios públicos. Y lo único que puede pasar es que eso se va a ir acrecentando en el tiempo”, dice el coordinador de políticas sociales de ClapesUC, Sergio Urzúa, un antiguo institutano.


POR PARTIDOS Y POR GENERACIÓN

La revisión por partidos políticos en el Congreso presenta contrastes interesantes. En Evópoli, por ejemplo, sus ocho representantes en el Congreso vienen de colegios privados. En Revolución Democrática alcanzan el 63%, en el Partido por la Democracia, el 58%, y en Renovación Nacional, el 56%. Como contrapartida, el Partido Radical no tiene diputados de esa procedencia: cinco de sus diputados vienen de la educación municipal y uno de un colegio subvencionado. En el PC, seis de sus ocho diputados egresaron de un liceo público, lo mismo que el 57% de los 21 parlamentarios democratacristianos y el 48% de los 25 militantes socialistas.

En el gabinete, la diversidad de origen es mucho menor: el 87% de los ministros y subsecretarios estudió en un colegio particular pagado. Solo tres de las 60 autoridades de gobierno viene de un liceo municipal.

“Lo que está pasando en Chile es lo que ha pasado siempre, y es horripilante. Es una segregación total de la élite política y económica de este país. Salvo contadas excepciones, casi toda la élite de Chile proviene de colegios particulares pagados”, dice Mario Waisbluth, director de Educación 2020.

En la medición de 2003, la mayoría de los políticos provenía de la educación financiada total o parcialmente con recursos estatales, pero la retirada ya había comenzado, influida por el recambio generacional. El 58% de quienes tenían menos de 40 años se había formado en establecimientos particulares. La tendencia se repite hoy. De los 68 diputados que terminaron su formación escolar después de 1990, solo un cuarto proviene de la educación pública y el 57% cursó su educación media en colegios pagados.

Eso se ve, por ejemplo, entre los 20 diputados del Frente Amplio, cuya gran mayoría terminó sus estudios secundarios después del año 2000. Aunque el bloque se posiciona en favor de la educación pública, solo cuatro provienen de ese tipo de enseñanza: Natalia Castillo (RD), Claudia Mix (Poder), Raúl Florcita Alarcón (PH) y Félix González (PREV). Otros cuatro se educaron en colegios subvencionados y los 12 restantes (60%) egresaron de colegios particulares.

Sergio Urzúa visualiza ahí una inconsistencia: “El grupo de parlamentarios jóvenes que dice apoyar con gran fuerza la educación pública, lo que al final del día ha terminado haciendo con sus propuestas es desmantelarla. Los parlamentarios jóvenes no vienen de la educación pública. Cuando ellos hablan de educación pública, uno debería preguntarse si efectivamente tienen conocimiento de qué significa”.

La radiografía de los poderes Legislativo y Ejecutivo es muy diferente de la del Poder Judicial, donde la Corte Suprema proviene mayoritariamente de liceos municipales o subvencionados (ver recuadro).
Entre los 52 alcaldes de la Región Metropolitana, las proporciones son menos asimétricas. Cuatro de cada 10 alcaldes salieron de colegios particulares y casi un tercio viene de escuelas públicas. El 21% de los ediles egresó de educación subvencionada.



LOS COLEGIOS DE LA ÉLITE

El ministro de Bienes Nacionales, Felipe Ward, egresó del Colegio Tabancura en 1991, cuando esa institución completaba 21 años de existencia. En los rankings educacionales, el Tabancura varias veces llegó a ser el primero por sus resultados en la PSU, pero su influencia en la política chilena es un fenómeno que sobresale en la última década. Hoy, lidera el ranking por colegios en el Congreso y el gobierno, con 12 egresados, tres parlamentarios, cuatro ministros (además de Ward, Felipe Larraín, Cristián Monckeberg y Nicolás Monckeberg) y cinco subsecretarios. Ward, exdiputado UDI, cree que haber estudiado en un colegio público o en uno privado no es determinante para llegar a una posición de liderazgo político. Cuenta que cuando él egresó del Tabancura, la política no estaba entre los intereses que les inculcaban, pero sí que el sello de su modelo formativo apuntaba a que sus alumnos fueran protagonistas y líderes de los procesos sociales.

Le sigue el Colegio del Verbo Divino, del cual egresaron el Presidente Sebastián Piñera, el ministro del Interior, Andrés Chadwick, y el subsecretario de Economía, Ignacio Guerrero, seis diputados y un senador. Salvo el diputado frenteamplista Gonzalo Winter (Convergencia Social), todos son oficialistas. Winter dice que creció y estudió en una situación de privilegio que nada tenía que ver con el mérito y que facilitó entre sus compañeros el ingreso a la política, pero que, en su caso, las redes del Verbo Divino no le sirvieron en la izquierda extraparlamentaria. “Desde que salí del colegio, nunca me volví a topar en política con alguien del Verbo Divino, hasta que entré al Congreso”, dice.

Con Arturo Zúñiga, el ingeniero que reemplazó hace poco más de una semana a Luis Castillo en la Subsecretaría de Redes Asistenciales, son siete las autoridades que cursaron su educación media en el Colegio de los Sagrados Corazones de Manquehue, hoy tercero en la lista. De ese colegio de Vitacura salieron dos ministros, tres subsecretarios, un diputado y un senador. Todos son de Chile Vamos.

Donde la representación política es más variada es en el Saint George’s College, que también cuenta con siete de sus exalumnos entre quienes ejercen el poder político en Chile: los senadores socialistas José Miguel Insulza y Carlos Montes; el ministro de Justicia, Hernán Larraín, y el diputado Patricio Melero (ambos UDI); los diputados Matías Walker (DC) y Miguel Crispi (RD), y el ministro de Ciencias y Tecnología, Andrés Couve, quien no tiene militancia política.

En la quinta casilla se encuentra el único colegio femenino ubicado entre los 10 más influyentes: el Villa María Academy, del cual salieron las ministras de Medio Ambiente y Cultura, Carolina Schmidt y Consuelo Valdés, y las subsecretarias Mónica Zalaquett (Turismo), María José Zaldívar (Previsión Social) y Pamela Gidi (Telecomunicaciones).

Para Zalaquett, que el Villa María hoy se encuentre entre los colegios más influyentes en la formación de líderes políticos tiene que ver con un sello enfocado en la creación de liderazgos. Admite que el colegio influye, “pero hay otros múltiples factores que también inciden en la formación de un liderazgo. No tengo los antecedentes para decir que está determinado porque el colegio de origen sea privado o público”, dice.

En promedio, y según información de sus sitios web para 2019, entre matrícula y arancel anual, estudiar en los primeros de la lista cuesta unos $ 4,8 millones al año.

Recién después de todos esos colegios aparecen las dos primeras instituciones públicas: el Internado Nacional Barros Arana (Inba) y el Liceo José Victorino Lastarria, ambos con cuatro exalumnos participando en la primera línea política (1,5% cada uno). La misma cantidad que tiene el San Ignacio de El Bosque. Más atrás, con tres autoridades políticas, electas o designadas, un pelotón de nueve colegios. Entre ellos, el faro de luz de la nación: el Instituto Nacional.



Sergio Muñoz, expresidente de la Suprema: “El Poder Judicial se forma de las clases medias y bajas”

Seis de los 20 integrantes de la Corte Suprema provienen de la educación pagada. Ocho, en cambio, estudiaron en liceos municipales, en Curicó, Chillán y Santiago. Jorge Dahm estuvo en el Instituto Nacional; Ricardo Blanco, en el Liceo de Aplicación; Carlos Aránguiz, en el Valentín Letelier, y el expresidente del tribunal Sergio Muñoz, en el Internado Nacional Barros Arana. Muñoz egresó en 1974 y conserva buenos recuerdos de esa época. “Hacíamos una vida interna que era muy rica en compartir”.

¿La educación pública ha perdido peso en la formación de las élites?
No tengo un criterio de evaluación o diagnóstico de lo que ha pasado en el tiempo. Lo que yo puedo decir es que en todas las ciudades -yo vengo de una ciudad pequeña- los colegios públicos eran los que primaban en calidad y categoría.

¿La meritocracia cedió terreno a las redes?
Hay ciertos colegios que mantienen contacto con los egresados de esas aulas, pero debemos ser justos en reconocer que las personas que han tenido los méritos suficientes de una u otra manera han emergido dentro de la sociedad (...). Yo converso con todas las personas de igual a igual y reconozco en todos sus méritos y virtudes, pero creo que algunas han tenido mayores facilidades que otras y eso está relacionado con los sistemas que vamos construyendo.

¿En el Poder Judicial pesa más la educación pública que en el mundo político?
A diferencia de todos los otros sectores públicos, en que llegan personas a desempeñarse por un período determinado, cuatro o seis años, según los períodos de gobierno, el Poder Judicial es una entrega de vida. Usted no entra al Poder Judicial para trabajar un par de años. En muchas oportunidades tiene privaciones y tiene que contar con una vocación que le ayude a pasar por alto las aflicciones. Es muy distinta la labor dentro del Poder Judicial que fuera de él, y por eso es que no tengo ningún empacho en reconocer que el Poder Judicial se forma de las clases medias y bajas y no de las clases altas.



Publicado originalmente en Reportajes La Tercera (21/07/2019)

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