BUSCANDO UN REEMPLAZO PARA EL MORIBUNDO CHARLIE

El satélite Fasat Charlie cumplió su ciclo y en cualquier minuto va a morir. Aunque es considerado un elemento estratégico para uso militar y civil, ya un plan para reemplazarlo fracasó por falta de recursos. Ahora, el gobierno y la Fach exploran nuevas alternativas y se abren a la posibilidad de arrendar en vez de comprar uno nuevo, generando un debate sobre la continuidad de la autonomía y soberanía chilena en el espacio



Puede ser hoy, mañana, durante esta semana o quizás este mes. Muy posiblemente ocurra este año, aunque los más optimistas le dan hasta 2020. Nadie lo sabe con certeza. Sí está claro que en cualquier minuto el Fasat Charlie, el único satélite de observación que Chile tiene en órbita, se va a apagar. Es más, hace dos años que acabó su vida útil y ya entonces era urgente reemplazarlo. El gobierno de Michelle Bachelet lo sabía e incluso tenía desde 2014 un plan para hacerlo. Lo llamaron Proyecto Catalejo.

No fue un nombre azaroso. Un catalejo es un instrumento óptico para ver objetos a distancia, y eso es lo que se buscaba: sustituir el ojo que el Estado chileno tiene en el espacio una vez que quedara ciego. Una herramienta que ha sido clave para uso militar y civil. Por eso no bastaba cualquier sustituto.

Desde que fue lanzado en un cohete ruso desde una base aeroespacial en la Guayana Francesa en diciembre de 2011, Fasat Charlie puso a Chile a la vanguardia de la presencia espacial en Latinoamérica. Aunque no era el primer satélite con bandera chilena (le antecedieron los Fasat Alfa y Bravo en los 90), fue en su momento de lo mejor que había en el mercado.

Con una inversión de US$ 72 millones, el satélite construido por la compañía francesa Airbus -que ganó en 2008 una licitación privada cuyos antecedentes aún se mantienen en secreto por haber sido financiada por la Ley Reservada del Cobre- ha sido capaz de captar cerca de 100 imágenes diarias a unos 620 km de altura y con una resolución tan alta que llega a mostrar 1,5 metros de terreno por cada píxel en blanco y negro, y 5,8 metros cuando son imágenes a color. Por entonces, lo más avanzado en la región era de 20 metros.


Pero pronto el país quedó atrás.

“Cuando se lanzó el Fasat Charlie, Chile era el tercer país de la región en inversión satelital, después de Brasil y Argentina. Pero en 2016, Perú lanzó un satélite más avanzado. Si el nuestro tiene una resolución de 1,5 metros, el de ellos es de 0,7. Con eso nos ganó. Bolivia adquirió en 2013 un satélite de telecomunicaciones que es mucho más caro. Y también Venezuela nos adelantó. Hoy somos el sexto país en un grupo de 10”, dice Héctor Gutiérrez, presidente de la Asociación Chilena del Espacio.

Con Catalejo la idea era tomar acción antes de que Fasat Charlie cumpliera sus cinco años de vida útil. El plan fue diseñado por un comité interministerial y liderado por el Ministerio de Defensa, y toda la parte técnica la vio el Estado Mayor Conjunto (Emco) y, en especial, la Fuerza Aérea (Fach), la institución encargada de operar el satélite a través de su Grupo de Operaciones Espaciales. Para ello, se envió de manera confidencial en 2015 una solicitud de información (RFI, por sus siglas inglés) a unas 16 empresas de distintos países. Era el paso previo para definir qué había disponible en el mercado y establecer criterios para luego abrir una licitación.

Se evaluaron tres alternativas y todas consideraban adquirir un nuevo satélite. El más barato, de unos US$ 120 millones, era uno igual a Fasat Charlie, pero con más capacidades de procesamiento y distribución de la información en tierra. Le seguía otro con mayor peso y tamaño y con mejor calidad de imagen (entre 0,75 y 0,5 metros), con un valor de US$ 211 millones. Y lo más caro suponía comprar una constelación conformada por dos satélites, uno como el de la segunda opción y otro que cubriera más superficie y detectara cambios de temperatura, entre otras funciones, por unos US$ 256 millones. Aunque al final todo quedó en nada.

“Se hizo un análisis profundo y optamos por la alternativa intermedia para continuar con el proceso de tener un satélite propio, algo vital desde el punto de vista de la Defensa. Teníamos el proyecto ya armado y se pidieron los recursos a Hacienda, pero no hubo respuesta. Por eso no se licitó”, señala el exministro de Defensa José Antonio Gómez.

A partir de entonces, poco se supo, hasta el pasado 11 de febrero, cuando la revista especializada Space News publicó en EE.UU. un artículo donde reveló que un nuevo proceso de carácter confidencial ya estaba en marcha.

La Fach envió a inicios del mes una nueva RFI a distintas empresas de todo el mundo, y aunque debía mantenerse secreto, alguien lo filtró. Aunque la publicación se refiere solo a cuatro, Reportajes confirmó que hay al menos una treintena de firmas participando. Según los plazos establecidos, las respuestas deberán llegar a más tardar mañana lunes 4 a la oficina del coronel Luis Felipe Sáez, subdirector de Asuntos Espaciales de la Fach.

Detrás de todo eso ha habido un intenso lobby en diversos ministerios, y una fuerte controversia en la industria por los cambios en las alternativas que hoy explora el gobierno de Sebastián Piñera, pues se ha abierto a la posibilidad de arrendar en vez de comprar un satélite. Algo que, según varios expertos, podría disminuir el costo del proyecto, pero al mismo tiempo implicar un retroceso en cuanto a la presencia soberana de Chile en el espacio e incluso significar un riesgo para la seguridad nacional.


LOS COSTOS DEL ARRIENDO

15 de enero. El comandante en jefe de la Fach, general Arturo Merino, se presenta ante la Comisión de Defensa de la Cámara de Diputados para referirse al curso que tomará su gestión al mando de la institución. Ahí se refiere al futuro del satélite -aún en etapa de prefactibilidad-, su importancia estratégica y al potencial para desarrollar un programa espacial. Algunos parlamentarios le preguntan, y entonces cuenta que desde el Ministerio de Defensa le encargaron explorar otras alternativas y que hoy son tres las que se evalúan: 1) seguir con el Proyecto Catalejo y comprar un satélite similar, pero mejor que Fasat Charlie; 2) mandar a hacer hasta cuatro microsatélites para participar en una constelación con otros países y apostar a la colaboración, y 3) no adquirir ningún satélite, sino que arrendar uno o varios extranjeros para adquirir imágenes cuando pasen por territorio chileno.

Y agregó respecto de esa última opción: “Quizás nos salga más barato que lanzar un satélite al espacio, pero hay que entender que hay un tema de oportunidad en la información que se requiere, que uno no es soberano de los datos que está solicitando y que si pedimos información de Defensa a un país 'X', ese país lo más seguro es que va a saber”.

Dos semanas después, las tres propuestas fueron incluidas en la RFI que la Fach envió a unas 30 empresas interesadas en EE.UU., Canadá, Rusia, China, Corea, Francia, Israel, Holanda, Alemania y Argentina, entre otros países. Nunca antes habían participado tantas compañías en un proceso similar en Chile. Según algunos representantes de esas firmas, es precisamente la tercera opción la que abrió el abanico y generó interés en competir por un negocio que podría alcanzar los US$ 200 millones o incluso más.

Aunque el documento contiene una cláusula de confidencialidad que excluye automáticamente del proceso a quien divulgue cualquier tipo de información, consultado por Reportajes, el coronel Sáez no quiso confirmar ni descartar que se haya abierto una investigación para identificar el origen de la filtración publicada en Space News. Tampoco confirmó montos involucrados, aunque sí reconoció que existe un riesgo en la tercera opción: “Si quieres invertir menos es a costa de perder algo. Si solo compras el servicio de uso, ahorras dinero, pero hay otros elementos, como la autonomía y la soberanía, que no se tienen. Es una definición política, no técnica. No creo que haya alternativas malas. Sí quizás unas más convenientes, pero eso depende de las definiciones políticas que se hagan. Lo que sí sería malo es quedarse fuera del espacio”.

Por su parte, el subsecretario de Defensa, Cristián de la Maza, asegura que aún es muy pronto para saber cuál opción es mejor, pues recién se está solicitando información para definir las capacidades técnicas de la industria y que “sería muy malo tomar una decisión sin antes hacer un análisis completo de todo eso”.

Aunque si en algún lugar ya tienen antecedentes de las actuales capacidades de la industria es precisamente en su cartera, pues es allí donde se ha concentrado el último año el desfile de representantes y ejecutivos de las compañías que han dejado huellas en la plataforma de la Ley de Lobby.

Imágenes comparadas de la Torre Eiffel capturadas por Fasat Charlie (izq.) y un satélite de última generación (dcha).


LOBBY ESPACIAL

El general (R) Ricardo Ortega comandó la Fach entre 2006 y 2010, cuando se licitó, adjudicó y desarrolló el Fasat Charlie. Hoy sigue en el rubro, pero al otro lado. Figura en al menos dos reuniones por lobby entre julio y agosto de 2018, como gestor de intereses de Robosonoexport, la agencia rusa que representa en el extranjero a todas las compañías de ese país que venden material bélico y espacial.

La primera fue en el Emco, la segunda en la Subsecretaría de Defensa. En ambas aparece actuando junto al contraalmirante (R) Alfredo Giuliano, exjefe de la misión naval de la Armada en Washington, quien, además, suma una tercera reunión en Defensa por temas satelitales acompañado de un agente ruso llamado Konstantin Kupriian.

Desde Israel, dos empresas se han mostrado interesadas: Israel Aerospace Industries Ltd. (IAI) e Imagesat. También de Francia hay dos firmas que han hecho lobby, tanto en Defensa como en la Subsecretaría de Telecomunicaciones. Se trata de Airbus, la empresa que diseñó y elaboró el Fasat Charlie, y Thales Group.

En todo caso, quienes han concretado más reuniones son de Norteamérica. Los representantes de DigitalGlobe, filial de la canadiense Maxar, registran al menos siete reuniones por lobby durante 2018, mientras que los estadounidenses de Lockheed Martin figuran con cinco. Ambas se encuentran entre las mayores empresas del mundo en materia de defensa y desarrollo aeroespacial, al igual que Ball Aerospace, que forma parte de Raytheon, también de EE.UU.

Solo algunas de las empresas han confirmado haber recibido la RFI. La mayoría ha optado por no emitir comentarios.


Publicado originalmente en Reportajes La Tercera (03/03/2019)

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