LUIS TOLEDO: “CASI NINGUNO DE LOS NARCOTRAFICANTES QUE OPERAN HOY ES EXCLUSIVAMENTE NARCOTRAFICANTE”

Los datos de policías, fiscalías y el Poder Judicial revelan que el narco en Chile ha evolucionado. Se ha complejizado, profesionalizado y ha ampliado su área de control territorial. Con más violencia y cada vez más operaciones, las organizaciones criminales se han constituido en verdaderas empresas cada vez más difíciles de neutralizar. En esta entrevista, el ex fiscal Luis Toledo, hoy jefe de la Unidad de Drogas del Ministerio Público, se refiere a cómo ha cambiado el mercado de los estupefacientes en el país y a por qué el sistema ha fallado en la captura de los grandes traficantes



Luis Toledo dejó en marzo de 2016 la jefatura de la Fiscalía Regional de O’Higgins, desde donde dirigió en una primera etapa la investigación del Caso Caval, pero no se fue del Ministerio Público. Al mes siguiente asumió un nuevo cargo con asiento en Santiago, ahora con alcance a todo el país: quedó a la cabeza de la Unidad Especializada en Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas de la Fiscalía Nacional. Desde esa posición, le ha tocado coordinar el trabajo del Observatorio del Narcotráfico en Chile (ONCH), que desde su creación en 2015 viene recogiendo y analizando los antecedentes cuantitativos que permiten medir la evolución del tráfico de drogas en el país, así como también los aspectos cualitativos que perfilan ese mercado y cómo éste calza en el esquema global del comercio ilegal de estupefacientes.

En esta entrevista con La Desdémona, el ex fiscal se refiere en detalle a cómo se ha ido transformando el mercado de las drogas en Chile en los últimos años. De su rol cada vez más importante en medio de las rutas internacionales y de cómo el comercio interno se ha consolidado con organizaciones más complejas, poderosas y violentas, con mayor capacidad operativa y control más amplio del territorio. Y también se refiere al por qué las investigaciones en Chile están fallando y se quedan casi siempre en el último eslabón de la cadena, dejando libres a los verdaderos peces gordos.

-¿Está entrando más droga a Chile?
-Los datos unificados del ONCH arrojan que sí se incautan más sustancias ilícitas. Puede implicar que Chile se vea como un punto de salida de droga al extranjero o que el mercado interno ha crecido y se consume más. O las dos cosas al mismo tiempo. Pero para poder situar y contextualizar todo esto, debemos determinar dónde estamos en el contexto global y dónde están los mejores mercados para los narcotraficantes. Lo que aquí vemos es un reflejo interno del mercado mundial de las drogas. Como país, somos un eslabón más, pero sin duda no somos el más importante.

-Aunque sí tenemos un rol clave en cuanto a nuestra posición para darle salida a las drogas que se producen en la región.
-Sí, porque Chile es uno de los países que más tratados de libre comercio tienen en el mundo. El tránsito de la mercancía por los puertos chilenos debe ser muy rápido, y en consecuencia, siendo un país tan abierto al mundo, puede ser también feble en controles. A eso se suma una tremenda frontera marítima y un paso por el extremo austral entre dos océanos. Eso te deja como un país conveniente desde el sentido de las oportunidades y, desde la perspectiva del negocio, como uno interesante por los accesos que permite para llegar a distintos mares y a diversos continentes. En ese contexto, Chile no está ausente. Antes se decía que aquí no había corrupción y casi no había narcotráfico, pero ahora sabemos que eso no existe.

-La salida de droga hacia Europa es algo conocido hace décadas, pero en los últimos informes internacionales se identifican cada vez más cargamentos provenientes desde Chile en Australia y África.
-Claro. Chile no tiene salida directa al Atlántico, pero sí cuenta con el Estrecho de Magallanes. Pero además contamos con un punto a mitad de camino con Oceanía: Isla de Pascua, que es un punto relevante a tener en cuenta, porque donde hoy se vende la cocaína más cara es en Australia y Nueva Zelanda.

-¿Qué papel juega Isla de Pascua en esa ruta?
-Si piensas en veleros o embarcaciones menores que van hacia Oceanía, o incluso a Asia, Isla de Pascua se convierte en el punto intermedio, casi una escala obligada. La posición geopolítica de Chile nos obliga a mirar la situación del narcotráfico a gran escala de una manera cierta y seria. Hay rutas nuevas que ya están definidas: llega marihuana desde Colombia hace ya tres años a Chile, principalmente desde el Valle del Cauca por el mar o transitando por tierra hacia Ecuador, de ahí a Perú y luego a Bolivia y Chile. Se sigue vendiendo marihuana paraguaya, y hace unos cinco años se hablaba de sus peligros, pero eso ha ido bajando y la marihuana colombiana le ha ido ganando espacio. Y la cocaína es otro mercado, con otra ruta de producción y distribución. El mayor proveedor para la demanda mundial es sin duda Colombia, pero también hay una alta producción en el Valle del VRAEM en Perú, una zona selvática donde hay resabios de algunos antiguos terroristas de Sendero Luminoso que se reconvirtieron al tráfico de drogas. Esa cocaína sale generalmente por Chile, que quizás no es un mercado muy atractivo, pero sí una zona interesante por las salidas que ofrece. Nuestros puertos hoy son muy relevantes y tenemos que ponerle atención a eso.

-Hace una década, fiscales y policías se referían a Chile casi exclusivamente como una vía para limpiar la ruta, usado sobre todo como vía de paso. ¿Continúa siendo así o existe una consolidación del mercado interno?
-Aún es así, aunque claro, de tanto limpiar la ruta, se ha terminado ensuciando, y hoy recibimos reportes regulares –no anuales, sino mensuales o bimensuales– del puerto de Algeciras, Valencia, Barcelona y otras zonas de Europa, en Bélgica y Holanda, con containers provenientes de Chile contaminados con cocaína.

-¿Lo que llaman el “gancho ciego”?
-No necesariamente. El “gancho ciego” consiste en burlar los sellos de un contenedor y camuflar entre las mercancías bolsos con 30 a 45 kilos en paquetes de cocaína. Y eso ocurre, pero también se han encontrado contenedores completamente modificados en su estructura, con dobles paredes y pisos de doble fondo.

-O sea que no es sólo gente que se aprovecha de otros actores en los canales de exportación, sino que opera en ellos directamente para el tráfico.
-Claro, e incluso se han detectado sociedades de papel creadas para esos fines; una delincuencia organizada mucho más preparada que un simple “gancho ciego”. Efectivamente la delincuencia del narcotráfico en Chile, en cuanto a la importación y exportación, ha ido evolucionando, burlando controles aduaneros y policiales, y para que eso ocurra no se requiere un acto de magia sino necesariamente que existan actos de corrupción.

-¿Han aumentado los casos en que se han detectado funcionarios públicos involucrados con operaciones de tráfico?
-La verdad es que sí y, lamentablemente, eso va a seguir ocurriendo. El producto de la droga es tan tremendamente atractivo que es capaz de pagar la tranquilidad de varias personas, y por eso se paga muchas veces el “dejar de ver”, que las cámaras no graben, que a pesar de las sospechas el funcionario no reporte. Todo eso ya tiene un precio y es suficiente. Posiblemente ninguno de ellos ha siquiera visto la droga, pero aun así son parte de la cadena.



LOS GRANDES NARCOS NO CAEN

-El mercado del narco en Chile se caracterizó durante décadas por estar conformado por bandas más bien pequeñas, muy atomizadas y con control de territorios muy acotados, casi siempre a nivel de barrio y que no iban más allá. Los informes del ONCH hablan de la evolución que vino: la organización piramidal dentro del barrio ha ido cambiando para dar espacio a una nuclear con varios líderes que viven fuera de esa zona, cada uno con una función específica, más como una empresa; se ve mayor profesionalización, organizaciones más complejas y mayor control y desplante territorial. Los mismos reportes lo comparan con lo que se ha visto en La Legua Emergencia, donde ahora el narco se ha convertido hasta en agente inmobiliario (ver artículo en CIPER) y se usa más como centro de venta que otra cosa. ¿Cuántas estructuras de este tipo han encontrado y dónde?
-Lo de La Legua Emergencia ha sido un proceso histórico, pero su estigmatización ha creado un monstruo que hoy, a nivel real del tráfico de drogas en Chile, no es el más relevante. Lo que se vende en una población como esa es menudeo y simple menudeo, pero si va un fiscal y un policía, no van a agarrar ni detener al gran traficante de la zona sur de Chile. El gran traficante ya no vive ni cerca de La Legua Emergencia. Seguramente se compró un terreno en la Quinta o en la Sexta Región donde guarda la droga y vive en una casa en el sector oriente, en el barrio alto, porque la droga deja y deja mucho. Como población, lamentablemente quedó muy estigmatizada, pero lo que se transa ahí no es el gran tráfico de drogas de Chile. Si fuera así, sería de re fácil solución. Creo que tenemos que dar un paso en el sentido de integrar más la información. Cómo está el mercado de autos de lujos, con las ventas al contado. El mercado financiero, las transacciones bancarias; qué pasa en las notarías, por ejemplo. Son todos sujetos obligados a denunciar a la Unidad de Análisis Financiero (UAF), pero no sé si esos informes son exactos o qué tan precisos o si todos reportan. Me permito cuestionarlo. Y creo que si mejoráramos esos tipos de controles sería más eficiente nuestra respuesta.

-Casi siempre los operativos desbaratan bandas a nivel barrial. Rara vez los resultados llegan más allá, aunque se sabe que en las organizaciones hay peces más gordos. ¿Han caído ese tipo de personajes en Chile en los últimos años o siguen sin llegar a ellos?
-Tenemos investigaciones abiertas que nos vinculan con narcotraficantes que son mucho más grandes, pero mientras más lejos están de la droga, es más difícil su captura. Claramente, en ese sentido, los resultados no son los esperados. Son bastante menos que el traficante de la población que encuentro con medio kilo de cocaína. Ese que cae con armas y que hace ostentación de ellas en Facebook y disparando cuando llega la droga… ¡Es tan evidente! ¿Podrían ser mejores los controles? Sí, podrían. ¿Podríamos llegar a otra escala y llegar aguas arriba? Sí, podríamos.

-¿Y por qué no lo han hecho?
-No es una respuesta fácil. Uno) Mientras más me alejo de la droga, más difícil es reunir pruebas. Dos) La prueba induciaria en Chile y su tratamiento en tribunales no es fácil, como que se requiriera tener una vinculación directa, probada, con testigos y documentos entre los ilícitos y el sujeto, pero no siempre es así. No es que los tribunales sean responsables. También la capacidad de las policías se ve mermada y el ánimo de un fiscal para dirigir la investigación en esa línea y no quedarnos con lo más fácil que es la droga y el delincuente de al lado.

-¿Ha aumentado la violencia asociada a las drogas?
Intuitivamente te podría contestar que sí, pero no hay estadística asociada a eso y no creo que las policías puedan determinarlo efectivamente con estadísticas.

-Hace poco hablaba con un fiscal del sector sur de Santiago que me decía que los homicidios que ven en su área en algunos casos son macabros. Mencionaba uno en que se dio la “corbata colombiana”, pero también se han dado otros de personas que aparecen baleadas en sus vehículos, y los secuestros y las torturas; todo eso asociado a prácticas del narco en zonas donde las organizaciones se han tomado el control del territorio. ¿Han aumentado los métodos de las mafias internacionales en las organizaciones chilenas?
-Sí, ahora vemos un narco más violento. Hay juicios en curso por secuestros asociados al narcotráfico, con torturas y lesiones graves. Los índices de violencia se miden internacionalmente por la cantidad de homicidios, y con esos parámetros, en Chile quizás no estemos aún en una situación tan alarmante, pero nuestra seguridad social sí se ha visto remecida en los últimos años debido a una delincuencia más avezada y violenta, en la que las consecuencias poco importan.

-¿Pero se ven más casos de ese tipo?
Sí, se ven más y son casos que antes no se veían en Chile. Por ejemplo, el tipo de armamento que ahora está en poder de la delincuencia: no hace mucho, hace unos cinco años, se veía mucha escopeta hechiza. Hoy ya casi no se ven esas armas en las incautaciones, y en vez de eso encontramos pistolas de 9 mm y armamentos Glock desmontables que se pueden transformar en semiautomáticas.

-¿De dónde provienen esas armas?
-Se pueden comprar por partes en Estados Unidos, pero también ocupan los canales informales para internarlas al país. Nuestra frontera en el norte es muy difícil de controlar. Hemos visto bandas de chicos extranjeros que llegan al país, comienzan robando celulares y al año ya han juntado más de $400 millones. Y no son más de tres o cuatro chicos. Es un problema la narcocriminalidad. Así se le llama en Argentina a la delincuencia asociada a las drogas: al uso de armas, al tráfico, al cohecho y delitos funcionarios.

-¿En Chile no existe esa visión integral de esa criminalidad?
-Estoy convencido que esto se debe medir de forma integral. No podemos hablar sólo de tráfico de drogas. Desde ahí se desprende una serie de delitos asociados, las conexiones. Podemos hablar del contrabando de cigarrillos, que en muchos casos usan los mismos canales. O el tráfico ilícito de migrantes en el norte, donde los fiscales de Arica saben y tienen causas similares, en las que la trata de personas se usa también para pasar burreros con ovoides. Es un fenómeno global, integral y que se tiene que ver en un contexto internacional.



LAS EMPRESAS DE FACHADA

-Los informes se refieren a una consolidación de áreas de distribución, sobre todo en el norte. ¿Cómo se instalan estas bandas a nivel territorial? ¿Cómo ha sido ese proceso?
-A las bandas territoriales no les interesa el poder político per sé. No les interesa ser alcaldes o concejales ni tener candidatos a cargos de elección popular ni tener una representación en la alta cúspide. Les interesa la mitad: el control y el negocio seguro. No ser muy visibles, pero tampoco pasar tan desapercibidos. Ese es el peligro. Y ahí están las fachadas para las que se usan negocios lícitos. Discotheques, ventas de autos u otros, y para ello se requieren permisos y que operen ciertas partes de un engranaje en el que forman parte funcionarios públicos que también podrían estar involucrados.

-¿Hay un cambio en cómo operan esas organizaciones?
-Lo que antes generalmente teníamos, hasta hace unos pocos años, eran “traficantes de pura cepa”, cuyo negocio era traficar droga en la esquina del barrio y que no aspiraban a más que eso. Pero ahora la estructura se ha ampliado para tener mayor seguridad y han creado empresas para mantener su negocio seguro, tras la fachada de un emprendimiento lícito.

-¿Cuántos grandes financistas han caído en el último tiempo en Chile? ¿Han logrado llegar a ese nivel?
-No. Existen registros de que en Chile hay un número importante de sentencias por lavado de activos en los últimos años, mucho más que otros países de la región. Pero la mayoría son testaferros o “palos blancos”. Son parte de la organización, pero no del primer nivel. ¿Se podría mejorar? Claro que sí. La orientación que buscamos es quizás ambiciosa, pero la idea es tratar de mover el esquema a lo que es relevante, porque si no, nos vamos a seguir quedando con lo que entrega la organización.

-¿A qué se refiere con eso?
-A que tienen fusibles que son súper quemables y nos los van a entregar. Podemos incautar 100 kilos en el camino, una cantidad que a las organizaciones importantes les da lo mismo, porque mientras nos distraemos con eso pasan 400 kilos por al lado. Y eso todos lo sabemos, es parte del juego: hacen la pérdida como táctica distractiva. Entregan una embarcación pequeña con 80 kilos, pero por al lado pasa una nave mucho más grande con toneladas de droga. Esa orientación hacia buscar dónde está realmente el núcleo del negocio es lo que tratamos de coordinar con fiscales de otros países y las policías a nivel nacional.

-¿Se han detectado grandes narcos en Chile?
-Buena pregunta. Sí hay un aumento del narcotráfico en Chile, mucho más que cinco años antes. Hay más droga que se incauta y que se consume…

-Eso no responde mi pregunta. Uno de los últimos grandes narcos que cayeron fue el Care’ Jarro, líder de la banda de Los Cavieres, en La Victoria, hace ya una década. ¿Ya no hay personajes como ese en el narco chileno? ¿O como el Cabro Carrera, el Perilla, la Canalla u otros de ese tipo?
-¿Se acabaron los narcos, entonces? No. Son de otro nivel. La mezcla entre el negocio lícito e ilícito hace que sea mucho más difuso. Pero casi ninguno de los narcotraficantes que operan hoy es exclusivamente narcotraficante. Usan establecimientos comerciales, botillerías, ropa usada, comida rápida, taxis; empresas con alto flujo de dinero.

-¿Siempre a pequeña escala?
Generalmente sí. Nunca hemos encontrado una gran empresa vinculada. Al menos no con la claridad que permita acusar a la empresa de estar directamente asociada al tráfico, pero sí, cuando recibimos reportes de Europa o de otras partes del mundo, se refieren a contenedores de grandes empresas chilenas, pero que perfectamente pudieron ser usadas. Hasta ahora no hemos encontrado vínculos con ellas y estamos trabajando en conjunto para detener ese tráfico.

Luis Toledo, jefe de la Unidad Especializada en Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas de la Fiscalía Nacional


NARCO WHATSAPP

-Según los informes del ONCH, entre 2010 y 2017 las denuncias por delitos de drogas aumentaron un 45%, los imputados un 16%, los formalizados un 4% y los condenados menos de un 1%. ¿Qué indican esos números? ¿Poca efectividad para perseguir un tipo de delito en expansión?
-Es una mezcla de cosas. El porcentaje de efectividad de programas nacionales como Microtráfico Cero (MT0) es sobre el 80 ó 85%, lo mismo que el porcentaje de condenas. La verdad es que la lectura de las estadísticas da para todo, pero no puedo negar que también hay algo de falta de efectividad, porque no es difícil condenar a una persona que porta droga en determinada cantidad que sea imposible justificar su consumo personal y próximo en el tiempo. Pero lo cierto es que nuestro interés de orientación en las investigaciones de drogas es buscar qué está pasando más arriba, y en eso sí nos falta más eficiencia, y no sólo a nosotros.

-¿Qué falta para que eso ocurra?
-Falta tomar el tema de las drogas como política integral de Estado, con datos que constituyan un piso a nivel global. Un primer paso es lo que hacemos en el ONCH al concentrar los datos, pero el siguiente debiera ser orientar la investigación no sólo a la cantidad que se incauta, sino a la jerarquía de quien estoy deteniendo. Si detengo al camionero, vale 10, pero si detengo al empresario de camiones que financió toda la operativa de una organización, vale 100. Si la orientación de la investigación va para allá, creo que vamos a mejorar. No siempre los empresarios están vinculados, pero sí en algunos casos y a esos tenemos que apuntar.

-La barrera del tráfico se ha ido corriendo cada vez más al sur. ¿Cuál es el límite actual de la macrozona norte, la más compleja en términos de tráfico de drogas? Antes se consideraba hasta Antofagasta y hoy entiendo que incluye Atacama.
-Tenemos constituida una macrozona con las primeras tres regiones del norte del país, y efectivamente ahora incluye también a Copiapó. Se justifica porque tenemos información de que en esa región existen zonas de acopio, principalmente de pasta base o de clorhidrato de cocaína, para luego venderlas en sectores más al sur del país.

-¿Es la única zona de relevancia para el tráfico?
-Es la que está primero porque la mayoría de la droga ingresa o pasa necesariamente por allí. Al menos que pase directamente por puertos, vía marítima, cosa que también ocurre. En segundo lugar están las zonas más pobladas, como Santiago, Valparaíso y Concepción, donde están los principales mercados internos donde se transa la droga. El narco que viene a vender a Chile no le interesa Graneros, sino las grandes ciudades. Ni siquiera todas las capitales regionales, pero también tiene que ver con las estaciones: La Serena, la V Región o Pucón en La Araucanía, son áreas de alto interés durante el verano. Y también hay un tipo de tráfico en el sur que involucra a Punta Arenas a través del paso que tienen hacia Argentina vía Ushuaia. También con un foco hacia las zonas turísticas, pero esa ruta ya no es estacional y se ha ido regularizando en el tiempo. Por supuesto, con un volumen mucho más bajo que en el norte.

-Volviendo a los barrios críticos, en los últimos dos informes hay distintas formas de medirlos. En el de 2016 se cuentan unos 417 repartidos en 10 regiones, mientras que en el de 2017 se refieren sólo a las 91 comunas con más de 50.000 habitantes.
-Es que lo que señalamos en el informe de 2016 causó mucha alarma, pues fue casi como que todo Chile estuviera tomado.

-Se entiende que al hablar de “zonas tomadas”, se refieren a pequeños puntos dentro de los territorios y que la mayoría de los habitantes son trabajadores, dueñas de casa, estudiantes y jubilados que se convierten en víctimas del narco.
-Exacto, eso es. En ese sentido, detectamos los 417 barrios críticos, pero a partir de esa lista intentamos limpiar en aquellas comunas con más de 50.000 habitantes, por ser zonas de concentración urbanas más importantes, y entonces quedaron harto menos. Hay zonas de Santiago donde ni siquiera se sabe que hay poblaciones tomadas, como La Reina, donde está la Villa La Reina, con sectores donde hay focos de narcotráfico muy importantes. Son zonas donde uno ingresa y ya todos saben que no eres de ahí. Ese control del territorio se mantiene a nivel poblacional. Pero la tendencia es que en algún momento se va a ampliar porque el comprador ya no tiene que ir hacia allá.

-¿Por qué?
-Porque cada vez hay menos gente que se junta en las esquinas a vender droga: hoy el fenómeno está dado, para bien o para mal, a través de las tecnologías. No es poco usual entrar al baño de un instituto o una universidad y ver números de teléfono escritos en las paredes. Y es sabido que a través de ese número se contactan vía whatsapp para coordinar transacciones de drogas. Ese mercado virtual de venta, que tiene sus propios códigos traslada el espacio de venta a cualquier lugar. La droga ahora te llega directamente a la casa, vía delivery. Ni siquiera te tienes que mover de tu escritorio y te la dejan incluso con el conserje de tu edificio.

-¿Eso ha llegado al punto de quitarle terreno al barrio como zona de venta?
-No. Pero está partiendo, e implica que las técnicas de investigación deban no cambiar, sino ampliarse en esa dirección. Tenemos que incorporar técnicas antiguas de seguimiento, vigilancia y otras. El traspaso sigue siendo en vivo, pero puede ser en cualquier lugar porque la coordinación está cambiando y la transferencia puede darse vía transferencias electrónicas o vía efectivo, aunque ya ni siquiera requieren juntarse las personas, pues podría dejarse la plata en alguna parte para que el proveedor la retire. Y todo coordinado por vías de mensajería instantánea. Si bien no es todavía la forma predominante, es una tendencia que hemos visto que agarra fuerza.


Entrevista inédita realizada a fines de mayo de 2018.

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