LOS DATOS TRAS LA DESCONTROLADA EXPANSIÓN DEL NARCO EN CHILE

Las dinámicas del narco en Chile han cambiado. Todo indica que cada vez ingresa más droga y que las bandas detrás del tráfico se han profesionalizado. Ya no se trata de pequeños clanes familiares en algunas poblaciones, sino de verdaderas empresas con distintos niveles de organización y un alcance territorial mucho mayor. Las rutas de ingreso y salida se han abierto por aire, tierra y mar, y casi todos los meses llegan reportes desde el extranjero por cargamentos de cocaína provenientes de puertos chilenos. Llegan desde Europa, África y Australia. Al tiempo que aumenta la violencia y la corrupción asociada al mercado ilegal de drogas, los grandes traficantes siguen sin caer. Los datos son categóricos: el narco en Chile está en expansión.  



Un pequeño barco albacorero sin bandera, sin matrícula, sin radio, sin GPS y sin combustible flotaba a fines de mayo a la deriva en altamar. La costa más cercana, en la región de Atacama, estaba a unas 80 millas de distancia (unos 129 kilómetros). Su tripulación, compuesta por dos ecuatorianos y un peruano, ya daba el viaje por perdido. La corriente los empujaba de vuelta hacia el norte, muy lejos de la pequeña caleta cercana a San Antonio hacia donde se dirigían, y por si fuera poco, el casco de la nave estaba roto y la lancha ya se empezaba a hundir justo sobre una zona conocida como la Fosa de Atacama, la parte más profunda que se conoce del mar chileno. Casi no tenían comida y no les quedaba agua.

Ellos no lo sabían, pero la Armada lo monitoreaba todo desde tierra. No tanto por el riesgo de hundimiento inminente, sino porque la Policía de Investigaciones (PDI) ya les había alertado de esa embarcación y de las escuchas telefónicas que acusaban que allí no había albacoras, sino droga.

Cuando la autoridad marítima llegó hasta su posición, los abordó como si fuera un control de rutina. Y allí, en una doble cámara bajo la cubierta, encontraron 524 paquetes con unos 600 kilos de la llamada marihuana creepy, que es básicamente cannabis modificada genéticamente para obtener mayores concentraciones de THC. Y por lo mismo, con mucho mayor poder psicoactivo y a precios que se acercan más a los de la cocaína. Es hasta ahora el mayor decomiso de ese tipo de droga en el país. Aunque los tripulantes aseguraban que eran pescadores de Perú que fueron abordados cerca del puerto de Ilo por un grupo de personas que llegó en un yate con el cargamento ilegal y la amenaza de matar a sus familias si no traían la droga a Chile, los tres quedaron detenidos. Junto a ellos, cayó también un chileno que les servía de enlace en tierra y un colombiano que reside en la Región Metropolitana, en el exclusivo barrio de Chicureo, en Colina. Este último es sindicado como el líder de la operación y era quien daba las órdenes en las escuchas.


Lo que pasó en altamar es relevante no tanto por la cantidad de droga que se incautó, sino porque en los detalles de ese tráfico se grafican algunos de los principales cambios que ha experimentado el negocio del narco en Chile durante los últimos años. Un mercado en expansión con organizaciones cada vez más complejas, poderosas y violentas, con mayor control territorial y con cada vez más diversidad de rutas para ingresar y sacar la droga del país. Cada año entra más marihuana, cocaína y pasta base, y lo mismo ocurre con otras sustancias prohibidas. Pero ya no es tanto una vía para blanquear la ruta: con un consumo creciente de drogas, hoy Chile también se consolida como un mercado en sí mismo.

-Antes se decía que en Chile no había corrupción y casi no había narcotráfico, pero ahora sabemos que eso no existe -señaló en entrevista con La Desdémona Luis Toledo, actual jefe de la Unidad Especializada en Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas de la Fiscalía Nacional (ver entrevista).

La unidad que dirige el ex fiscal Toledo coordina también el Observatorio del Narcotráfico en Chile (ONCH), que desde su creación en 2015 viene recogiendo y analizando los antecedentes cuantitativos que permiten medir la evolución del tráfico de drogas en el país, así como también los aspectos cualitativos que perfilan ese mercado y cómo éste calza en el esquema global del comercio ilegal de estupefacientes. Un rol que si bien no es protagónico, sí es importante para dar salida a algunos de los principales productores de drogas del mundo.

El barco albacorero es una primera clave para entender parte de esos cambios: cada vez ingresa más droga por el mar. En el informe de 2015 del ONCH se identificaban diversas rutas de ingreso desde Bolivia, Perú y Argentina, todas por tierra. Pero nada se decía de la vía marítima como una forma de meter sustancias ilícitas a Chile. No es que no ocurriera, pero no era tan frecuente. Ya en los reportes de 2016 y 2017 comenzó a aparecer como tendencia. Y también hay un cambio en el tipo de drogas. Si antes la marihuana que se importaba era predominante prensada y proveniente de Paraguay, la que ahora ha ido ganando terreno es precisamente la marihuana creepy que viene principalmente del Valle del Cauca, en Colombia. Y ahí sí la ruta marítima se ha vuelto importante. Llega por dos vías identificadas: en embarcaciones que ingresan por el mar y a través de transportes terrestres que han cruzado Ecuador, Perú y Bolivia antes de entrar por la frontera norte al país (ver informe de 2017).

La Desdémona revisó en detalle esos informes, además de reportes internacionales e información estadística de Carabineros, la PDI, el Ministerio Público y el Poder Judicial, para identificar los datos que permitan perfilar la actual situación del narco en Chile. Cuánto han variado las incautaciones y qué tipo de drogas han crecido o disminuido su presencia en el país. Cuáles son los delitos por drogas que más se denuncian, dónde ocurren y en qué terminan. De dónde viene el tráfico y hacia dónde va. Qué tanto se han consolidado las organizaciones que manejan el comercio interno de la droga, cómo han adaptado su estructura interna, cómo han ido corriendo las barreras que intentan establecer las autoridades y cómo es que hoy venden su mercancía a través de un mercado virtual. Y también cuáles son los más de 400 barrios críticos que se han catastrado a lo largo del país donde el narcotráfico hoy determina la vida de millones de ciudadanos.


CHILE EN LA RUTA MUNDIAL DEL TRÁFICO

Cuando la Organización de las Naciones Unidas (ONU) consultó en 2016 a países de África sobre el origen de los cargamentos de cocaína detectados en sus puertos, el 9% de las menciones se las llevó Chile. Se situaba en el cuarto lugar, antecedido sólo por Brasil, Colombia y Perú. Así quedó plasmado en el informe anual de drogas que ese año elaboró el organismo internacional y por eso en el mapa mundial que ahí aparece con las principales corrientes de tráfico de cocaína, Chile aparece pintado de verde, como uno de los países de procedencia mencionados con mayor frecuencia. 



Desde hace décadas que Chile es considerado entre organizaciones narco de la región como una plataforma de salida al mundo. Tanto así que fiscales y policías se han referido históricamente al país como una zona eminentemente de paso, usada por traficantes para “limpiar la ruta”. La lógica siempre ha sido ésta: como no es un país productor, quien sale desde aquí levanta menos sospechas que alguien que se embarca desde una nación reconocida por ser punto de origen de sustancias ilícitas. Así, bandas internacionales llegaban principalmente a Europa occidental y central, un mercado cotizado por el alto precio y la alta demanda de las drogas sudamericanas. ¿Pero a África? Hasta hace poco no había registros, o al menos no de forma regular, y ahora sí los hay. Y también a Australia, donde la cocaína hoy ha alcanzado su valor más alto a nivel global.

Lo anterior se explica en parte por la geografía y los números. Por un lado, está la posición privilegiada que tiene Chile como vecino directo o cercano de algunos de los mayores productores mundiales de droga, el único en Sudamérica que tiene salida a ambos océanos (Pacífico y Atlántico, por el Estrecho de Magallanes). En cuanto a cocaína, la producción la dominan Colombia, Perú y Bolivia –en ese orden–, y todos envían cargamentos a Chile. La mayor parte tiene como destino final otros mercados, y para darles salida es también clave el contexto nacional.

Chile tiene 26 tratados y acuerdos comerciales vigentes con 64 mercados distintos. Con una carga promedio trimestral de casi 9 millones de toneladas y un constante tráfico marítimo de naves que calan y zarpan desde los 10 grandes puertos que funcionan en el país, la rapidez con la que debe operar el sistema completo es también visto por las organizaciones narco como una especie de autopista donde los controles pueden ser sorteados y en muchos casos sólo es necesario abordar un vehículo ya en marcha.

“De tanto limpiar la ruta, se ha terminado ensuciando, y hoy recibimos reportes regulares –no anuales, sino mensuales o bimensuales- del puerto de Algeciras, Valencia, Barcelona y otras zonas de Europa, en Bélgica y Holanda, con containers provenientes de Chile contaminados con cocaína”, dice Toledo.

-¿Lo que llaman el “gancho ciego”?
-No necesariamente. El “gancho ciego” consiste en burlar los sellos de un contenedor y camuflar entre las mercancías bolsos con 30 a 45 kilos en paquetes de cocaína. Y eso ocurre, pero también se han encontrado contenedores completamente modificados en su estructura, con dobles paredes y pisos de doble fondo.

-O sea que no es sólo gente que se aprovecha de otros actores en los canales de exportación, sino que opera en ellos directamente para el tráfico.
-Claro, e incluso se han detectado sociedades de papel creadas para esos fines; una delincuencia organizada mucho más preparada que un simple “gancho ciego”. Efectivamente la delincuencia del narcotráfico en Chile, en cuanto a la importación y exportación, ha ido evolucionando, burlando controles aduaneros y policiales, y para que eso ocurra no se requiere un acto de magia sino necesariamente que existan actos de corrupción.

-¿Han aumentado los casos en que se han detectado funcionarios públicos involucrados con operaciones de tráfico?
-La verdad es que sí y, lamentablemente, eso va a seguir ocurriendo. El producto de la droga es tan tremendamente atractivo que es capaz de pagar la tranquilidad de varias personas, y por eso se paga muchas veces el “dejar de ver”, que las cámaras no graben, que a pesar de las sospechas el funcionario no reporte. Todo eso ya tiene un precio y es suficiente. Posiblemente ninguno de ellos ha siquiera visto la droga, pero aun así son parte de la cadena.


EL CRECIENTE MERCADO

Cada vez se consume más droga en Chile. De eso dan cuenta las estadísticas del Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda). Entre 2010 y 2016, la prevalencia de la cocaína pasó de 3,7 a 5,9; la de la pasta base se mantuvo casi igual, de 2,1 a 2,2; y la de la marihuana presentó un incremento desde 19,6 al comienzo del período a 35,7. Y eso está relacionado también a la ruta que siguen las drogas en el país: lo que no sale, se comercializa dentro de las fronteras. Y a mayor demanda, más oferta.

Los datos que ha reunido el ONCH revelan que las operaciones de tráfico parecieran crecer de manera explosiva. Las denuncias por delitos asociados a la Ley de Drogas han aumentado un 45% en los últimos ocho años en todo el país. Pero no ha aumentado de la misma forma el número de personas sancionadas por esos delitos. Si se compara el número de denuncias con la cifra de imputados durante el período 2010-2017, quedan más de 18 mil sin un responsable identificado. Y desde ahí, la cifra va en descenso. La cantidad de imputados ha aumentado en el mismo lapso un 15%; los que son formalizados un 4%; y los que terminan con una condena menos de un 1%.

Al mismo tiempo, como se consume más droga, también ingresa más y hay más decomisos. Las incautaciones de marihuana crecieron un 132%, las de pasta base 126% y las de cocaína un 86%. Todo lo anterior empieza a calzar en un contexto en que el comercio ilegal e interno de estupefacientes se consolida a pasos agigantados. 



Por ejemplo: cada vez es más común encontrar en Chile laboratorios clandestinos para extraer o abultar la droga que ingresa. Entre 2010 y 2016 se detectaron al menos 61 instalaciones de ese tipo que estaban operativas, y hubo otras ocho investigaciones donde se pudo establecer que aunque ya habían cerrado, sí existieron. Ahí operan generalmente con “cocineros” extranjeros que trabajan con droga de gran calidad. Muestras tomadas por las autoridades dan cuenta que en promedio la cocaína que llega a esos laboratorios registra un 70% de pureza. Y allí se “patea”: se mezcla con otras sustancias para aumentar la cantidad y disminuir su calidad, así hay más que vender y las ganancias se multiplican.

También hay algunos indicios que apuntan a un aumento en la violencia asociada al narco. El informe de 2016 del ONCH revela que entre 2011 y 2014 la PDI investigó al menos 26 homicidios vinculados directamente al tráfico de drogas:

• 13 en medio de ventas fallidas de narcóticos y psicotrópicos
• 7 en quitadas de droga (“mexicanas”)
• 4 en disputas de bandas
• 1 por descuartizamiento
• 1 tras el secuestro de un narcotraficante

La mayoría de esos asesinatos se concentró en apenas dos años: el 81% se dio entre 2013 y 2014. Dice además el informe: “El comportamiento señalado no se repitió en 2015 ni en lo que va transcurrido de 2016, por lo que no habría antecedentes disponibles para confirmar la tendencia detectada, pero es necesario continuar su monitoreo”.

Toledo señala que, en todo caso, no hay una estadística detallada que mida la evolución de la violencia asociada al narcotráfico, pero asegura que los antecedentes indican que sí hay un recrudecimiento de la misma. “Se ven más y son casos que llaman profundamente la atención, que antes no se veían en Chile”, dice. Y se refiere a secuestros y torturas, a mayor acceso a armamento por parte de las bandas, a cada vez más autos baleados y a prácticas macabras que ya se han visto en el país, como la “corbata colombiana”: un modo de tortura y asesinato que consiste en degollar a la víctima, introducir la mano por su garganta y sacar la lengua por la abertura del corte, como si fuera una corbata.

De la misma manera ha cambiado la forma en que las organizaciones narco importan y exportan la droga. Si antes viajaban uno o dos “correos humanos” por transporte, hoy los líderes de las bandas narco embarcan a seis o siete “burreros” que llevan droga encima en un mismo avión, bus o barco, aunque separados; la mayoría de las veces ni se conocen entre sí. Ya casi no ocupan a gente inexperta, sino a quienes ya han realizado viajes y conocen la operativa del traslado. Tampoco sólo a extranjeros, sino que cada vez hay más chilenos que participan del tráfico, entre ellos, estudiantes universitarios y comerciantes.

Han abierto además nuevas rutas, usando nuevos pasos fronterizos y corriendo hacia el sur las barreras puestas por las autoridades para frenar el avance, como el Plan Frontera Norte y Plan Nacional Antidrogas. Para 2016, la macrozona norte, la principal área de atención por ser la principal vía de entrada y distribución, incluía desde Arica hasta Antofagasta, pero ahora, el Ministerio Público ya considera la Región de Atacama como parte de esa área de acción. Y asimismo se han constituido nuevas zonas de distribución a mediana escala en el norte del país. Ya no se trata de pequeñas bandas que operan a nivel de barrio, como hasta hace un tiempo, sino que de organizaciones complejas que abastecen a bandas y otras organizaciones de menor tamaño. Los informes del ONCH las comparan a lo que ya se ha visto en La Legua Emergencia: organizaciones más peligrosas y con mayor capacidad de hacer frente a la persecución del Estado. También cada vez son más.


CÓMO SE ORGANIZA EL NARCO

Los informes del ONCH dan cuenta de que las organizaciones dedicadas al tráfico de drogas en Chile operan en tres niveles distintos. Primero están las que importan y exportan la droga. Esas operan a gran escala, con contacto directo con las mafias de los países productores y moviendo periódicamente varias toneladas que abastecen tanto el comercio externo como el consumo interno. Generalmente operan con droga de alta pureza y son las responsables de la mayor parte de las sustancias ilegales que se venden en el país. También coordinan las operaciones de salida hacia mercados más prometedores, mediante el uso de puertos y aeropuertos, principalmente. ¿Cuántas de esas hay? No se sabe, pues según el Ministerio Público, son como las colas de las lagartijas: se pueden cortar, pero rápidamente son reemplazadas por una nueva.

Luego están las organizaciones intermedias: más atomizadas y que usan varios subniveles de reventa. Son las que operan los laboratorios para disminuir la calidad del producto y aumentar su volumen, para luego revenderla y distribuirla a proveedores locales. Operan como comercios mayoristas, y muchas son dirigidas desde prisión. En 2015, por ejemplo, cuatro de los 15 cargamentos más grandes que se incautaron fueron de operaciones de tráfico orquestadas desde la cárcel. Y después está el tercer nivel: la cadena de distribución. En general son organizaciones barriales constituidas principalmente por clanes familiares con permanente presencia en villas y poblaciones, donde mantienen sus domicilios como lugares de venta, con redes de apoyo y protección barrial. Son los que venden la droga al menudeo y mantienen el control territorial.

Con el tiempo también ha evolucionado la forma en que se organizan las bandas narco. Al principio (1° etapa), eran estructuras piramidales, en que los líderes estaban a cargo de toda la cadena de venta, desde la importación hasta la venta en el barrio. Después (2° etapa) aparecieron las semipiramidales, donde quieres dirigen la operación ya no se involucran en el menudeo a nivel barrial. Pero ahora (3° etapa) son estructuras nucleares, más parecidas a una microempresa, con varios líderes a cargo de distintas tareas. Son organizaciones flexibles y con alta capacidad para externalizar funciones, que logran internar grandes volúmenes de droga varias veces al año.

En el último tiempo, el modo de venta también cambiado. Cada vez se usan más los celulares y los sistemas de mensajería instantánea para coordinar transacciones de droga. Eso ha hecho del punto venta un espacio móvil: la entrega ahora se hace vía delivery, y cada vez es menos necesario ir hasta el centro de distribución para adquirirla. Pero aun así, el barrio sigue siendo el área de venta por excelencia y por lo mismo, el territorio donde los narco ejercen su control.

Desde que a comienzos de los 2000 se intervino La Legua Emergencia, se han identificados diversas zonas con alta incidencia del narco. Muchos de ellos ya se consideran “barrios críticos” o “tomados”, pues registran alto número de condenas por drogas asociadas al mismo sector. En 2016 se identificaron 417 de estos barrios repartidos en diez regiones distintas. Entre las capitales regionales, Antofagasta lidera con 22 de este tipo de barrios, seguido por Valparaíso y Rancagua, ambas con 17, y Copiapó y Concepción con 12 cada una. En la Región Metropolitana hay al menos 306 (casi tres cuartos del total) repartidos en 16 comunas distintas.


Reportaje inédito realizado a fines de mayo de 2018.

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