ESPECIAL BRECHA DE GÉNERO: A 80 AÑOS DE DISTANCIA

Las mujeres han corrido con desventaja frente a los hombres. Han tenido menor acceso a estudios, menos presencia en el mundo laboral, salarios más bajos y peores pensiones. Aunque en los últimos 30 años han ido acortando distancia, y cada generación está mejor que la anterior, la desigualdad de género persiste. Si todo se mantuviera tal cual está hoy, la brecha entre hombres y mujeres en Chile solo se igualaría en 2098.

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Casi no hay diferencia entre hombres y mujeres durante la infancia, y si la hay, es a favor de ellas. En cuanto a cobertura de educación y resultados en pruebas estandarizadas, aunque leve, las niñas registran una mejor posición.

En la adolescencia también van a la par, aunque aparece una pequeña distancia que se sella con la Prueba de Selección Universitaria (PSU), donde ellos obtienen mejor resultado.

En acceso a estudios superiores o al salir al mercado laboral tampoco hay diferencias significativas. Pero la inflexión se produce pasados los 30 años: es entonces que la brecha de género se dispara y las mujeres quedan rezagadas. Ellos tienen mayor presencia en el mundo del trabajo, obtienen mejores sueldos y cargos más altos.

Pasa el tiempo, la gente envejece y la distancia entre hombres y mujeres se acrecienta. Ya una vez jubilados, ellos reciben mejores pensiones. Si todo siguiera como está, se calcula que Chile demoraría al menos 80 años en eliminar esas distancias.

Ese sería el escenario si se sacara una foto general a los datos de distintos momentos en la vida de hombres y mujeres en Chile. ¿Pero si fuera más como una película? ¿Cómo se manifiesta esa diferencia entre distintas generaciones? ¿En qué situación están hoy las mujeres, no sólo en relación a los hombres, sino también respecto a sus predecesoras? ¿Qué tanto ha evolucionado la desigualdad de género en las últimas tres décadas y cómo han vivido las chilenas esa transición?

Esas preguntas intenta responder el Informe Género, Educación y Trabajo (GET) 2018, elaborado por Comunidad Mujer. Mediante una lectura longitudinal de distintos datos oficiales, principalmente de las encuestas nacionales con medición regular como CASEN, ENE y ESI, los investigadores hicieron un seguimiento comparativo a tres generaciones: las abuelas, las madres y las nietas. Aquellas que que nacieron entre 1940 y 1944, 1960 y 1964 y 1980 y 1984. La vida entre ellas difiere completamente. Cada una ha tenido que enfrentar contextos y situaciones diferentes que han marcado sus posibilidades de desarrollo. Y, pese a todo ello, la brecha con los hombres sigue.



ELLAS CAMBIAN CON EL TIEMPO; ELLOS NO

Un abuelo, su hijo y su nieto: si se comparan sus trayectorias de vida, el resultado es casi el mismo. Aunque cada generación supera a la anterior en cuanto a escolaridad, su participación posterior en el mercado laboral se mantiene en índices similares, siempre alta, independiente de su edad o su nivel de educación formal. Tienen salarios que aumentan con el tiempo, siempre más altos que sus pares mujeres, y al momento del retiro, también tienen pensiones mejores.

Para las mujeres la situación es muy distinta.Las trayectorias de vida de una abuela, su hija y su nieta difieren mucho entre sí, gracias a una transformación progresiva.

Las nietas no solo están más insertas en la educación que sus antecesoras, sino también son la primera generación que supera los 12 años de escolaridad. Lo mismo pasa con su participación laboral: independiente de su edad, todas han aumentado, pero las nietas son las primeras que superan el 45 % de inserción en el mundo del trabajo. Y el aumento ha sido progresivo a medida que avanza la edad. Es más, entre los 31 y 35 años, las menores alcanzan el 70%, mientras que sus madres a esa misma edad bordeaban el 40%.


EDUCACIÓN: EL FACTOR DECISIVO PARA ELLAS

La educación no incide en la participación de los hombres en el mercado laboral, aunque sí en sus ingresos. Podrán ganar más o menos, pero su empleabilidad siempre bordea el 90% o más, independiente de su nivel de instrucción, y no desciende con la edad. Para las mujeres, en cambio, la educación sí es crucial.

Su inserción laboral depende absolutamente del nivel de estudios, y eso corre tanto para abuelas, madres y nietas. Aquellas sin educación formal registran una participación casi siempre menor al 50%; las que solo tienen educación básica o incluso media, apenas hasta un 60%, y solo las que tienen educación superior llegan a superar el 80%. Pero hay aquí una paradoja: son también estas últimas las que presentan la más alta brecha salarial respecto de sus pares masculinos, con una diferencia de 26% en contra.


ES MEJOR SER MUJER EN LA CAPITAL

La profunda centralización en Chile también tiene efectos sobre la brecha de género: el lugar donde las mujeres viven incide en su situación educativa y laboral. En casi todas las variables estudiadas en el Informe GET 2018, abuelas, madres y nietas que residen en la Región Metropolitana (RM) presentan índices más favorables que sus pares de regiones. Las tres generaciones registran en la capital un mínimo de 50% de participación laboral, mientras que en regiones es entre 30% y 40%. Incluso, en la generación de las nietas se ve una diferencia que llega a los 10 puntos porcentuales. Algo similar ocurre con los salarios. En regiones las mujeres obtienen remuneraciones un 28% más bajas que sus pares en la RM, aunque con una diferencia: allá la brecha respecto de los hombres es menor. Si en Santiago la diferencia con los hombres es de 16,4%, en regiones es de 13,9%.


A MÁS EDAD, MENOS IGUALDAD SALARIAL

A medida que se crece, la brecha de género en inactividad aumenta, sobre todo entre los 15 y los 30 años. Eso implica menos mujeres trabajando. Pero después de eso, disminuye. El informe señala que una vez que pasaron la etapa de crianza de los hijos, las mujeres se reinsertan en el mercado laboral y su participación en el trabajo vuelve a subir. Lo que no se recupera es la desigualdad salarial.

La brecha de sueldos que castiga a las mujeres se empieza a manifestar desde el inicio de la vida activa y aumenta progresivamente hasta el momento en que trabajadores y trabajadoras dependientes cumplen 50 años. Ahí es cuando llega a su peak de 29%. Recién después de eso es que la distancia entre los ingresos de hombres y mujeres comienza a disminuir. Eso sí, para cada generación la brecha es menor.



Publicado originalmente en Reportajes La Tercera. Este artículo forma parte de un especial conjunto junto a Paula.cl y ComunidadMujer (14/10/2018)

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