SHARP Y SU CORTE CON LA MATRIZ

Poco queda de la sintonía del alcalde de Valparaíso con la plataforma ciudadana que lo llevó a un impensado triunfo en 2016. Sus hoy expartidarios critican su estilo “unipersonal”, la desagregación del movimiento y la contratación de personas que figuran en los registros sin experiencia ni formación profesional completa, además de supuesto nepotismo.



Jorge Sharp parecía levitar. Como si no pesara, como si fuera un muñeco, decenas de personas lo paseaban sobre sus cabezas. Lo pasaban de mano en mano, mientras él sonreía e intentaba asimilar ese inesperado y aplastante triunfo recién obtenido.

Se le veía desconcertado en medio de banderas que flameaban y la algarabía que lo rodeaba: ya era el alcalde electo de Valparaíso. Si sus tres contrincantes se hubieran unido en un improbable pacto entre Chile Vamos, la Nueva Mayoría y una pequeña candidatura independiente, no le habrían podido ganar. Así de potente fue lo que pasó ese domingo 23 de octubre de 2016, el día en que triunfó lo que llamaban una “alcaldía ciudadana”.

Sharp no venía solo. Detrás de él había un amplio movimiento conformado por organizaciones civiles locales que proponían un cambio radical en la forma en que se gestionaba el municipio. Habían surgido de la tragedia, de las cenizas que quedaron luego del incendio que en abril de 2014 consumió gran parte de la ciudad. Ocho cerros fueron arrasados. Desaparecieron 2.900 viviendas, dejando a unos 12.500 damnificados, medio millar de heridos y 15 muertos. Era el más grande en mucho tiempo, pero el tercero en apenas dos años.

Para muchos, el fuego desnudó décadas de abandono y graves negligencias por parte de las autoridades nacionales y locales. Un desarrollo urbano precario y descontrolado, y una escasa preparación de medidas de mitigación y prevención. Eso se sumaba a varios casos de corrupción municipal, nepotismo, falta de competencias técnicas y un estilo político ya agotado, según ellos, alejado de la ciudadanía. Era cosa de tiempo para que todo ardiera, y cuando ocurrió, se calentó aún más con la lenta reacción del Estado y lo que le respondió el entonces alcalde, Jorge Castro (UDI), a un poblador de los cerros que lo encaró ante las cámaras luego de tres semanas sin agua: “¿Te invité yo a vivir aquí?”.

“Con esa frase, Castro demostraba que no se hacía cargo. Y fue lo que colmó la paciencia de muchos. “No veníamos de la política ni queríamos entonces hacer un gobierno local, pero el incendio hizo que un grupo diverso y transversal de actores nos sentáramos a conversar para pensar cómo hacer las cosas bien, cómo aunar nuestros intereses particulares y retomar para los ciudadanos el control de la ciudad”, cuenta el arquitecto Daniel Morales, uno de los dos concejales que acompañaban a Sharp en su lista y que también resultaron electos.

Arquitectos, artistas, empresarios, pescadores, profesores, dueños y dueñas de casa, y otros tantos profesionales de distintos rubros, además de sindicalistas y dirigentes sociales y vecinales, se empezaron a reunir, a discutir y a encontrar puntos en común. Partieron en mayo de 2015, en un salón que les prestó el sacerdote Gonzalo Bravo en una histórica parroquia ubicada en el corazón de la ciudad. Al tiempo decidieron nombrarse como la iglesia que los acogía. Se llamaron entonces Pacto Urbano La Matriz (PULM).

Así surgió el germen que primero derivó en un pacto, de ahí en un movimiento y luego en la potente plataforma política de raigambre ciudadana que logró instalar a Sharp, un joven magallánico, militante del Movimiento Autonomista (MA), a la cabeza del municipio por el período 2016-2020. El compromiso era claro: si ganaba, debía gobernar Valparaíso con las bases y armar equipo con ellas. Llenar el municipio no con gente ligada a los partidos, sino con verdaderas competencias técnicas y de carácter local. Sin personalismos ni grupos beneficiados. Mal que mal, esa era la consigna: Valparaíso por y para los porteños.

Pero aún ni terminaba la fiesta y unos pocos ya veían señales de que algo no iba bien. Cuando la jefa de la campaña desplazó de la primera línea a un grupo de “matriceros” que llevaban un lienzo del PULM. O cuando minutos después, en su discurso, Sharp no le dedicó ni una sola palabra a ese grupo que dio inicio a todo.

De las calles y el comando, la celebración se trasladó a La Piedra Feliz, un típico local de la bohemia del Puerto, propiedad de un adherente al movimiento. Abrazos, brindis, cantos, gritos y risas hasta bien avanzada la madrugada. Pero el nuevo alcalde electo no llegó: su fiesta fue aparte, con un círculo mucho más estrecho y cerrado.

Hoy, varios fundadores del PULM ven hacia atrás y aseguran que ahí ya había partido el distanciamiento. Dicen que no se cumplió con el compromiso de administrar el municipio como coalición y que la gente que dio origen al movimiento fue excluida. Acusan que lo de “alcaldía ciudadana” se esfumó y ahora “no es más que una calcomanía que se pega en los camiones de basura”. Que ahora todo lo que pasa en el municipio está en manos del MA, que fueron ellos los que al final tomaron el control. Lo llaman “la traición de Jorge Sharp”.


CARTA DE ÚLTIMO MINUTO

Tras varias reuniones y encuentros ciudadanos durante 2015, los miembros del PULM, ya asociados con varias otras organizaciones civiles y algunos partidos políticos de izquierda bajo el paraguas del Movimiento Valparaíso Ciudadano (MVC), decidieron postular su propia candidatura para las elecciones municipales de 2016. Llamaron a primarias y cuatro candidatos se presentaron, todos porteños y parte del grupo inicial: Daniel Morales, Lorena Colivoro, Cecilia Gutiérrez y John Parada.

Para abril de 2016, ya todo estaba listo y se cerraba el período de inscripción. Pero Mabel Zúñiga, dirigenta de la Anef, alzó la mano y pidió más tiempo, ya que la Coordinadora Social -un grupo que incluía al movimiento estudiantil y partidos que después formarían el Frente Amplio- tenía un quinto candidato. Esa carta de último minuto sería el abogado autonomista Jorge Sharp.

“Ingenuamente accedimos en medio del ambiente de solidaridad y confianza que marcaba al movimiento”, dice la socióloga Rocío Venegas, autora de un libro que a fines de septiembre saldrá a librerías y que relata en detalle el proceso que dio forma al MVC y el posterior quiebre con la gestión del actual alcalde.

La decisión de llevarlo fue determinante en el fraccionamiento de la Izquierda Autónoma. No era parte de su acuerdo interno de cara a las elecciones, pero la facción liderada por el diputado Gabriel Boric aun así lo postuló. Fue una de las razones de la salida de ese grupo que luego dio origen al MA.

En las primarias ciudadanas, Sharp ganó a Morales por apenas 28 votos. Pero daba lo mismo: había un programa acordado entre todos y un pacto firmado en que se comprometían a llevar adelante un cogobierno con los demás miembros del MVC en caso de ser electos. Proponían un modelo de gestión y gobernanza ciudadana, con especial foco en el desarrollo sustentable de la ciudad, la recuperación del borde costero, la transparencia y la probidad.

“Después de las elecciones, Sharp desapareció con la gente del MA. No contestaba teléfonos ni correos, y cuando volvieron en noviembre de 2016, llegó con su equipo ya armado, que incluía a dos personas del MVC, pero designadas unilateralmente (…). La verdad, es difícil decir que hubo un quiebre con el PULM, porque lo cierto es que nunca llegaron a armar equipo con nosotros”, dice el concejal Daniel Morales.



DOBLE QUIEBRE

Solo dos puestos clave en la toma de decisiones se adjudicaron miembros del MVC. Uno fue Marcelo Garrido, que había sido durante la campaña el enlace con el movimiento. Él quedó como gerente de la Corporación Municipal (Cormuval). El otro, quizás más importante, fue a cargo de la Secretaría Comunal de Planificación (Secpla). Ahí se puso al sociólogo y exinvestigador de la Cepal Patricio Rozas. Pero duró poco, apenas tres meses. Salió junto a su equipo en medio de una disputa con el alcalde por la continuidad de funcionarios técnicos que venían de la administración anterior. Fue el primer gran quiebre en la relación entre Sharp y sus bases provenientes del PULM.

En su reemplazo asumió la también socióloga y militante del MA Tania Madriaga, una de sus más cercanas colaboradoras. Esa fue una de las decisiones que más cuestionan hoy quienes fundaron el movimiento.

“Fue una desilusión. Antes se podía hablar y trabajar con él, pero hoy se muestra arrogante y soberbio. La solidaridad y el trabajo colectivo desaparecieron y cayeron en varias de las viejas prácticas que querían erradicar”, cuenta Lorena Colivoro, militante del Partido Humanista (PH) y una de las fundadoras del PULM.

Varias de las prácticas que se le critican a la administración de Sharp tienen que ver con quienes ha llevado a trabajar con él. Entre los fundadores que dieron origen al movimiento y que fueron consultados para este reportaje, concuerdan en que uno de los pilares de su propuesta era potenciar la contratación de personas que no solo fueran técnicamente competentes, sino que, además, tuvieran raigambre local. Nacidos y criados en el Puerto o que al menos llevaran años trabajando allí y conociendo su realidad. No querían gente de afuera e instalada por compromisos políticos, como -decían- ocurría con las administraciones anteriores, sino a porteños que permitieran un enfoque local. Eso, aseguran, no se cumplió.

En el marco del acuerdo pro-transparencia que firmaron todos los candidatos en medio de la campaña, un grupo de miembros del MVC comenzó en noviembre de 2017, a casi un año de la asunción de Sharp, una revisión de la primera etapa de la llamada “alcaldía ciudadana”. El trabajo se centró en las contrataciones, los avances de los principales proyectos y el uso de los recursos, y derivó en un lapidario informe que le presentaron en mayo pasado a Sharp.

Allí criticaban su estilo “unipersonal”, la desagregación del movimiento y la contratación de decenas de personas que figuran en los registros sin experiencia ni formación profesional completa, además de supuesto nepotismo.

Eso último apuntaría principalmente a la contratación de Madriaga en la Secpla, y de su pareja, Rodrigo Ruiz, en la Cormuval, aunque también a otras personas cercanas al MA. Concluye el informe: “No podemos sentirnos representados por lo que hoy existe en la gobernanza local y tampoco deseamos ser cómplices pasivos de actos que atentan contra nuestros principios éticos básicos”.

Quienes participaron en la reunión señalan que la administración no reconoció ninguno de los reparos y críticas. Y que ese sí fue el quiebre definitivo con el MVC.


LA REARTICULACIÓN

Muchos de los que partieron con el PULM hoy se sienten desilusionados y se alejaron. Dicen que el MVC hoy está desarticulado. Una de sus integrantes añade que ante las críticas, “en la municipalidad nos responden que queremos destruir el proceso. ¿Pero el proceso de quién?”.

Aunque han salido versiones de que para las próximas elecciones llamarán nuevamente a primarias, aún no hay nada claro. Algunos esperan reorganizarse durante este segundo semestre y ver qué pasa durante ese año con Sharp, quien consultado por Reportajes optó por no emitir comentarios.

El quiebre, en todo caso, no parece ser programático, sino con las formas en que se lleva adelante la promesa de un proyecto participativo.

“A eso apuntamos -dice el concejal Morales-: a que se enmiende el camino y ahora sí se hagan las cosas bien. A que se haga esa “alcaldía ciudadana” en la que todos se sientan incluidos, y no lo que es ahora, solo una alcaldía”.


Publicado originalmente en Reportajes La Tercera (02/09/2018)

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