LOS SECRETOS DE LA ESTRUCTURA DE NEGOCIOS CON LA QUE PIÑERA DISEÑARÁ SU REGRESO A LA MONEDA

En el círculo íntimo de Sebastián Piñera aseguran que le costó pero aprendió: para aprovechar su capital político debe estar lo más lejos posible de sus negocios. Apenas deje la Presidencia, junto a sus asesores más cercanos, deberá decidir qué hacer con los más de US$400 millones que dejó en un fideicomiso ciego hace cinco años. Puede que el secreto de dónde invirtió su fortuna se mantenga, porque se manejan tres opciones. En el corazón del piñerismo afirman que los criterios no serán sólo económicos, sino que deberán someterse al objetivo mayor: no entorpecer su regreso a La Moneda en 2018.




Sebastián Piñera ya se retiraba del set cuando Mario Kreutzberger lo detuvo. A sólo días de dejar la presidencia, esa noche, la del miércoles 5 de marzo, Piñera era el protagonista del programa Las Caras de La Moneda, en Canal 13, donde daba una de sus últimas entrevistas televisadas como Mandatario. La música de cierre ya había comenzado, pero el animador pidió silencio y le hizo una pregunta final:

-¿El 2017 se quiere presentar de nuevo? Para saber si tengo que estar aquí o no.

-No lo sé, no está en mis planes, Don Francisco –respondió el Presidente.

Kreutzberger le repitió la pregunta una vez más, y Piñera lo recalcó por segunda vez ante las cámaras: “No está en mis planes”. Luego, se retiró y la música volvió a sonar.

Sebastián Piñera el día que asumió como Presidente
A pesar de haber negado públicamente su interés por volver a ponerse la banda presidencial, en su círculo cercano saben bien que eso no es cierto: Sebastián Piñera planea volver a La Moneda y todos sus proyectos a futuro apuntan a aprovechar su capital político para pavimentar su ruta hacia una nueva elección en 2017. Uno de sus amigos más cercanos aseguró a CIPER que esa será, a partir del miércoles 12 de marzo, su prioridad y que todo en su alrededor se está estructurando en función de aquello. Que precisamente por eso es probable que no vuelva a las filas de Renovación Nacional (RN), ya que pretende alzarse como el referente de una nueva derecha en el país. También por eso fue que optó por centrar sus esfuerzos en una fundación que le permitirá influir en el diseño de políticas públicas y no retornar a la administración de sus inversiones.

Aunque volver al Grupo Bancard no está en sus planes, surgen varias preguntas, porque con o sin él en la administración, sus negocios continuarán operando. ¿Qué va a pasar entonces con las carteras de inversión que hoy están en el fideicomiso ciego? ¿Cómo se han gestionado los activos que quedaron fuera de esos contratos? ¿Cuánto ha variado el patrimonio de Piñera durante los últimos cuatro años?

CIPER revisó en detalle las declaraciones de patrimonio del Presidente, rastreó todas las empresas donde mantenía acciones al momento de firmar los contratos de administración discrecional de cartera y conversó con varias de las personas que mejor lo conocen para intentar responder esas interrogantes. Y surgieron datos que llaman la atención, como que su declaración disponible en el sitio web de la Presidencia está incompleta y en la que entregó a la Contraloría omite información clave para saber en qué empresas tenía intereses al momento de delegar su administración. Sin embargo, pudimos determinar cuáles eran esas empresas: una variada lista de 43 compañías donde mantenía cerca de US$ 400 millones en acciones y entre las que se cuentan una AFP, una tabacalera, firmas de retail, de energía y tres de las sociedades cascada que controlan SQM.

¿En cuáles de ellas siguen invirtiendo las sociedades de Piñera? No se sabe. La responsabilidad de decidir cuándo se levantará el secreto recae en el mismo Piñera y en los cinco hombres que conforman el comité de directores de Bancard: su hijo Sebastián Piñera Morel; el gerente general del grupo, Nicolás Noguera; el gerente de inversiones y finanzas de la firma, Javier Cavagnaro; su amigo y ex socio José Cox; y el abogado Fernando Barros. Con ellos decidirá qué hacer con sus activos una vez que deje el cargo.

Quienes han conocido por dentro el proceso aseguraron a CIPER que todavía no se han reunido a discutir los pasos a seguir. Eso sí, son varias las opciones que barajan y aún no hay consenso. En lo que sí están todos de acuerdo es que es una decisión que se deberá tomar pronto, ya que el Mandatario tiene claro que volver a hacerse cargo de sus inversiones resultaría ser su peor negocio, un retroceso que le implicaría abrir flancos innecesarios a un proceso que se está estructurando para hacer crecer no su rentabilidad financiera, sino su capital político.


LOS MUNDOS OPUESTOS DEL PRESIDENTE


Sebastián Piñera nunca ha sido del tipo de personas que se quedan quietas. Los que han trabajado a su lado aseguran que para él todo es intenso, vertiginoso y que, a diferencia de los demás mortales, “sus días no tienen 24 horas, sino 48”. Pocos le pueden seguir el ritmo. Lo dicen los que lo han conocido como un exitoso hombre de negocios, como ese “monstruo” de las inversiones que, a través de operaciones de alto riesgo, ha logrado alzar su fortuna entre las más grandes del país y del mundo. Su patrimonio, según la última estimación de la revista Forbes, supera los US$ 2.400 millones. En el ranking de la gente más rica del planeta, su nombre aparece en la posición 731. Y a escala nacional, ocupa el séptimo lugar.

Sebastián Piñera en su oficina en Bancard
Lo dicen también quienes lo han tratado en su otra faceta pública, la del hábil y ambicioso político que en plena dictadura fue capaz de manifestarse como un opositor al régimen, para luego ser rechazado por la Democracia Cristiana (DC) al exigir cuotas de poder como condición para su militancia. El mismo que años después ingresó a RN y terminó por convertirse en uno de sus senadores (1990-1998), para entregar su voto determinante en algunas leyes claves de la transición. No obstante los costos que le trajo ese rol de “facilitador” de acuerdos transversales, logró alcanzar la presidencia de su partido (2001-2004), para luego posicionarse como el principal referente de la centro-derecha chilena al ser el hombre que lideró el primer gobierno de ese sector tras el retorno de la democracia.

Según el ex presidente Patricio Aylwin, quien reveló en 2008 el intento de Piñera por entrar a la DC, sus exigencias, aunque inaceptables en ese momento, sólo demostraban los rasgos que ya le eran conocidos: “un hombre impetuoso” y “muy seguro de sí mismo”. Dos características que le permitirían durante las últimas tres décadas moverse con maestría y de forma simultánea en los dos terrenos de juego que mejor domina: los negocios y la política. En ambos tableros, siempre movió sus piezas con inteligencia y apostando a ganador, logrando acumular un capital político y económico que hizo convivir durante casi toda su carrera, pero que hoy, a sólo días de dejar la Presidencia con un 50% de aprobación ciudadana –según la última encuesta Adimark–, sabe que son irreconciliables.

Uno de sus colaboradores dice que en 2005, cuando compitió por primera vez por la presidencia contra Michelle Bachelet, fue un error que no se desligara de sus negocios. Que fue, más que nada, por orgullo. Pero eso tuvo que cambiar cuatro años después, cuando nuevamente compitió y sus intereses económicos le jugaron en contra. Esa fue la primera vez que se enfrentó realmente a la dicotomía de sus intereses. Ni siquiera lo había hecho en los ’90, cuando por su aprovechamiento del Caso Chispas, su amigo y correligionario Andrés Allamand señaló a través de la prensa, refiriéndose a Piñera, que “(los empresarios) son valiosos para la política, pero cuando entran de lleno a ella, deben dejar los negocios de verdad y no de fachada”.

Si en 2009 quería ser Presidente, tenía que optar. Y eligió, a regañadientes, lo público.

Aunque la ley no lo obligaba, Piñera vendió gran parte de sus activos, reestructuró el Grupo Bancard y delegó la administración de sus inversiones en distintos contratos de fideicomiso ciego. Así esperaba mantener distancia durante los siguientes cuatro años de su veta privada. Pero cometió un error: mantuvo en su poder sus principales activos, aquellos a los cuales tenía más apego, lo que le significó ser blanco de duras críticas y pagar un altísimo costo político.

La venta de su participación en LAN debió haber estado cerrada antes de que Piñera asumiera la presidencia. Pero eso no ocurrió, básicamente porque una venta rápida le habría significado una menor ganancia. Y como las transacciones de Piñera eran siempre en grande, eso podía traducirse en decenas de millones de dólares. Por eso esperaba el mejor momento para vender. Cuando el 11 de marzo de 2010 salió del Congreso con la banda presidencial cruzada en su pecho, Piñera seguía siendo el dueño del 11,3% de las acciones de la aerolínea. Para entonces, ya se había desprendido de un 15%, recibiendo por esa participación más de US$ 873,6 millones. La venta total de LAN recién se concretó en mayo de ese año. La operación total le implicó a Piñera ingresos por sobre los US$ 1.500 millones, pero a la vez dos primeros meses de ataques sin tregua por parte de la oposición, una acusación por supuestamente haber eludido impuestos a través de la venta e incluso duras críticas provenientes de sus aliados.

Pretendía quedarse con su 100% de Chilevisión (CHV) y el 13,77% que poseía en Blanco y Negro. Pero las críticas por seguir mezclando sus intereses políticos y económicos no hacían más que crecer. Recién en agosto de 2010 Piñera vendió el canal de televisión a Time Warner, en cerca de US$ 150 millones, lo que según él mismo declaró, fue “una pérdida emocional”. Y cuando en noviembre de ese mismo año se realizó la elección que terminó con la salida de Harold Mayne-Nichols de la ANFP y de Marcelo Bielsa de la selección de fútbol, el repudio de la opinión pública por sus supuestos intereses en el proceso hizo que toda la ganancia política que le reportó el rescate de los 33 mineros de la Mina San José, se viniera abajo. Un mes después tuvo que rematar sus acciones en la concesionaria de Colo Colo, recibiendo por ello US$ 7,4 millones.

A golpes Sebastián Piñera asumió que siempre estará bajo el escrutinio público y que hoy la ciudadanía castiga como nunca antes la falta de transparencia y los conflictos de interés. Es algo que, según dijo a CIPER uno de sus amigos, aprendió recién durante los últimos dos años de su mandato. Ese aprendizaje fue el que lo llevó a anunciar que después de entregar el cargo, no va a volver al mundo de los negocios, o al menos no de forma activa.

Varios de sus cercanos dicen que el mercado ha cambiado tanto desde que se fue, que hoy Piñera estaría “fuera de training”. Algunos afirman que eso es cierto, pero que es lo suficientemente inteligente como para pasar por alto esos cambios y subirse de nuevo, y sin muchos problemas, al carro de las inversiones. Para otros, lo de los cambios en el mercado no es un argumento válido y aseguran que lo real es que simplemente hoy no está interesado en los negocios porque en ese campo ya lo ganó todo.

Sea cual sea el motivo de su decisión, lo que está claro es que lo que determine Sebastián Piñera junto al comité de cinco directores de Bancard durante las próximas semanas, será la clave para evitar nuevos conflictos a futuro. El criterio unánime apunta a mantener el perfil más bajo posible, ya que la prioridad será que sus inversiones no se conviertan en un obstáculo para cimentar su camino de vuelta a La Moneda.


EL FUTURO DE LAS INVERSIONES SECRETAS


Si Sebastián Piñera accedió a desprenderse de la mayor parte de sus activos y a alejarse de sus inversiones, fue exclusivamente porque era la condición que la misma ciudadanía le impuso para ser electo como Presidente de la República. Era la única forma de cerrar sus flancos más vulnerables. Su nombre y su trayectoria, según sus críticos, evocaban conflictos de intereses, y ya el gobierno de la época había enviado al Congreso un proyecto de ley de fideicomiso ciego que, en estricto rigor, lo apuntaba directamente a él. Pero Piñera es un hombre competitivo, y como tal, siempre ha sabido jugar sus cartas para ir un paso adelante. Esa vez no fue la excepción.

Cuatro miembros del comité de directores de Bancard 
(Nicolás Noguera, Fernando Barros, José Cox 
y Sebastián Piñera Morel)
El 24 de abril de 2009, antes de dar inicio a la campaña que lo dejó sentado en La Moneda, e incluso antes de que los parlamentarios discutieran –y terminaran rechazando– el proyecto de ley de fideicomiso ciego, Piñera firmó de forma voluntaria nueve contratos para delegar la administración de sus inversiones a Larraín Vial, Moneda, Celfin (hoy BTG Pactual) y Banco BICE. El acuerdo era simple: por un tiempo indefinido, las cuatro entidades podrían hacer y deshacer a discreción con sus inversiones y estarían obligadas a no informar absolutamente nada a él, a los ejecutivos de su family office ni a nadie sobre el curso de esos negocios. Lo que pasara desde entonces con el patrimonio bursátil del Presidente sería secreto, no por ley, sino que por un contrato entre privados.

Ese acuerdo acabará sólo cuando el mandante, es decir, Piñera, decida el momento. Y aún no hay claridad de los plazos, aunque lo más probable es que la modificación de esos contratos, según dijo a CIPER un ejecutivo de Bancard, sea “inminente”.

Son al menos tres las opciones que estarán sobre la mesa cuando el ya ex presidente, Piñera Morel, Noguera, Cavagnaro, Cox y Barros discutan el futuro de sus inversiones. La primera de ellas apunta a mantener los fideicomisos ciegos tal como están por un plazo que podría ser de seis meses o hasta por un año. De esa forma, quienes apoyen la moción, apostarán por blindar de críticas al Mandatario saliente manteniendo tanto para la ciudadanía como para él mismo y su núcleo más íntimo el secretismo que envuelve desde 2009 sus inversiones. Así, Piñera no estaría obligado a rendir cuentas sobre cómo evolucionó su patrimonio a través de los fideicomisos durante su mandato, porque no contaría con la información para hacerlo.

La segunda opción que deberán evaluar es mucho más radical: poner fin a los nueve contratos y liquidar todas las inversiones para convertirlas en caja. De optar por esa vía, el Grupo Bancard transformaría en dinero fresco todo su capital bursátil, para luego invertirlo en fondos internacionales de largo plazo que no tengan incidencia en Chile, tal como lo ha hecho con los ingresos obtenidos tras las ventas de LAN, CHV y Blanco y Negro.

La tercera propuesta pretende mantener la administración de la cartera de inversiones en manos de las tres corredoras de Bolsa y del banco, pero modificando las condiciones en el sentido de que ya no sean ciegos. Así, Piñera no tendría injerencia en dónde se invertirán sus fondos, pero su equipo de ejecutivos -que dirige Noguera- recibiría informaciones periódicas de los resultados.

La decisión final, dicen fuentes de Bancard, deberá ser tomada en las próximas dos o tres semanas y apuntará a crear una estructura de negocios “que no genere ni vaya a generar ninguna sombra de conflicto para el futuro del Presidente”. Existe el acuerdo de que apenas eso suceda, se hará pública. Lo importante, señala una persona que ha conocido el proceso, es que se cierre el ciclo, porque si Piñera decidió voluntariamente suscribir los fideicomisos ciegos, deberá asumir las consecuencias, entre ellas, informar a la ciudadanía dónde se han invertido las platas del Presidente durante los últimos cinco años.


LAS 43 EMPRESAS DEL FIDEICOMISO

No tenía la obligación legal de hacerlo, pero Sebastián Piñera anexó voluntariamente los nueve contratos de los fideicomisos a su declaración de patrimonio. Aunque no están incluidos en la versión publicada en el sitio web de la Presidencia, sí lo están en el documento original que Piñera entregó a la Contraloría en abril de 2010, y al que CIPER accedió usando la Ley de Transparencia. El problema es que ocho de esos contratos excluyen la parte más importante: aquella que contiene el detalle con el nombre de las empresas donde estaban invertidos al momento de cerrar el trato los cerca de US$ 400 millones que componían el capital bursátil del Grupo Bancard (ver reportaje de CIPER).

Según explica un ejecutivo de la family office, la decisión de no declarar el detalle de empresas ni el número de acciones que poseía Piñera a través de sus dos vehículos de inversión –Bancard Inversiones Ltda. e Inversiones Santa Cecilia S.A. –, responde a tres motivos. El primero es que esa información correspondía a abril de 2009, fecha en que se firmaron los contratos, y no a abril de 2010, cuando se efectuó la declaración. Por lo tanto, como los fideicomisos ya llevaban un año funcionando, era imposible saber cómo se componía su cartera de inversiones cuando el Presidente asumió el cargo. El segundo, dice, es porque la libertad de acción para las administradoras equivalía a que le hubieran entregado caja, por lo que el nombre de las empresas no era relevante. Y el tercero es aún más simple: porque la ley no se lo exigía.

A pesar de ello, CIPER logró identificar las 43 sociedades anónimas abiertas donde Piñera tenía intereses y cuya administración entregó a los fideicomisos (ver fichas de empresas). En ocho de ellas acumulaba una participación que le permitía figurar entre sus 12 mayores accionistas: Esas compañías concentraban el 31,6% del patrimonio bursátil del Grupo Bancard (casi US$ 126,4 millones).

La mayor inversión en Bolsa de Piñera estaba en Quiñenco, la sociedad a través de la cual el Grupo Luksic controla el Banco de Chile, CCU y Madeco e Invexans, entre otras empresas. Según los registros de la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS), a marzo de 2009 el Presidente poseía el 4,1% de las acciones a través de Bancard y Santa Cecilia, representando una inversión que se alzaba por sobre los US$ 80 millones de dólares. Esta es una de las 19 empresas de la lista que han registrado rentabilidad positiva desde que comenzaron a operar los contratos, por lo que es muy probable que aún posea algún porcentaje de las acciones.

Su segunda y tercera mayor participación accionaria eran las que tenía en Norte Grande y Oro Blanco, dos de las sociedades cascadas a través de las cuales Julio Ponce Lerou controla SQM y que hoy son investigadas por las SVS por supuestas infracciones graves a las leyes que regulan el mercado de capitales. En ambas participaba a través de Bancard y Santa Cecilia, sumando el 2,15% de las acciones en la primera y el 1,21% en la segunda. El monto invertido en las dos cascadas superaba los US$ 21,5 millones. A eso hay que agregar la presencia que los dos vehículos de inversión del Mandatario tenían en Pampa Calichera, aunque es imposible calcular a cuánto ascendía su participación porque ninguna superaba el 1% de las acciones.

Estas inversiones le han generado varios dolores de cabeza en los últimos meses. Ponce Lerou lo acusa de haber intervenido en su contra en la investigación que la SVS hace del llamado “Caso Cascadas”. En octubre Piñera dijo a Radio Biobio: “Ya habíamos vendido esas acciones, y el resto fue todo a un fideicomiso ciego”. Lo que no dijo es que ese “resto” que se fue al fideicomiso estaba valorizado en más de US$ 20 millones en 2009. Por eso Ponce Lerou no ha detenido su ataque y este viernes 7 de marzo, cuando declaró ante el Ministerio Público, le lanzó un dardo directo: “Si su excelencia el Presidente de la República no hubiese participado de las cascadas, no habría Caso Cascadas”.

Las otras empresas donde Piñera figuraba como uno de los principales inversionistas eran Salfacorp (US$ 9,3 millones), Copec (US$ 7,8 millones), AFP Habitat (US$ 3,7 millones), Pesquera Eperva (US$ 2,9 millones) y Telefónica (US$ 1,1 millones). En todo caso, es un misterio lo que ha pasado desde entonces con esas inversiones. Lo mismo ocurre con otras empresas donde el mandatario poseía menos del 1% de la propiedad, como en British American Tobacco Chile (ex Chiletabacos), Cencosud, Parque Arauco, Colbún, Chilectra o CMPC, sólo por nombrar algunas.

En todo caso, si se considera que el IPSA ha disminuido en un 40% desde que se entregó la cartera de inversiones el 27 de abril de 2009, lo que la mayoría espera encontrar al momento de quitar el velo a los fideicomisos son pérdidas. De hecho, el 56% de las empresas en donde participaba el Presidente y que CIPER rastreó, presentan rentabilidad negativa durante los últimos cinco años.

Las administradoras podrían haber vendido parcial o totalmente todas esas acciones. Podrían también haber comprado más. O incluso haberlas mantenido. Es imposible saberlo con certeza, porque los contratos les imponían muy pocas restricciones. Una de ellas era mantener al menos el 50% de lo invertido en instrumentos nacionales, y lo que saliera del país, no podría colocarse en inversiones que tuvieran incidencia en Chile. La otra es que ni Santa Cecilia ni Bancard podrían concentrar más del 2,49% de las acciones de una empresa, asegurando así que se mantendrían como accionistas minoritarios y que no contarían con el porcentaje necesario para elegir directores. Así, podrían tener participación, pero no injerencia en la administración. Una condición que luego profundizó la SVS al exigir la modificación de los contratos en el sentido de que se prohibiera a las administradoras votar en juntas de accionistas. Y por último, no podrían comprar nuevas acciones en empresas cuyo precio esté regulado por el Estado, como tampoco en Isapres o administradoras de fondos.

Cuando se cumpla un mes de haber cesado en sus funciones (el 11 de abril), vencerá el plazo que otorga la ley para que Sebastián Piñera entregue una nueva declaración de patrimonio a la Contraloría. Como en la que realizó en 2010 incluyó los contratos del fideicomiso voluntariamente -según explicó uno de sus colaboradores, como una muestra de transparencia-, es de esperar que lo haga, esta vez, actualizados y completos. Por eso es muy importante la decisión que tome su comité de directores en las próximas semanas. Porque no sólo estarán encargados de blindar las espaldas del Presidente para preparar su camino de regreso a La Moneda, sino que además dependerá de ellos que se transparente ante la ciudadanía cómo ha variado el patrimonio del hombre que lideró al país los últimos cuatro años.

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Publicado originalmente en CIPER (7/3/2014)

 

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