EL USO DE LA RETÓRICA O LA IDEOLOGÍA OCULTA EN LA TRAGEDIA DE LOS 33

Edison Peña, uno de los 33 mineros chilenos que pasaron 70 días atrapados a 700 metros bajo tierra, cantaba y bailaba una canción de Elvis en un programa de televisión. Por supuesto, en horario prime. Era la noche del 14 de noviembre, un mes después de haber salido del hoyo. Ya lo había hecho antes en Estados Unidos, cuando estuvo como invitado en el programa de David Letterman, y no sería extraño que él o cualquiera de los otros trabajadores de la mina San José vuelva a aparecer ante las cámaras. Mal que mal, la revista norteamericana TIME los nominó para ser Personajes del Año 2010.





Ahora Edison y sus compañeros son celebridades: han sido llevados a países que en su vida habrían podido conocer y ganado millones que lo más probable es que jamás hubiesen ingresado a sus bolsillos. A algunos los han criticado en la calle por el provecho que han sacado de todo lo que les sucedió. ¿Cómo unos héroes se aprovechan de su heroísmo para ganar fama y fortuna? Para muchos es impresentable. Pero basta recordar una sola cosa para que se les legitime ese derecho a obtener réditos de su tragedia: ninguno es figura del jet set ni personaje de reality show ni mucho menos héroe. Y nunca lo han sido. Si muchos los consideran así, es porque el gobierno de Sebastián Piñera, en la retórica que usó durante lo que duró el rescate, les puso esa etiqueta durante un proceso que contó con un manejo comunicacional magistral en un escenario en que la oposición –completamente desarticulada desde las elecciones de enero pasado- no podía hacer más que mirar. De la tragedia, el único gran ganador resultó ser el gobierno.

No me malinterpreten. Lo que hizo el equipo liderado por el ministro de Minería, Laurence Golborne, fue impecable. Pusieron todos los recursos necesarios a disposición para sacar a los 33 de Atacama y los rescataron en óptimas condiciones. Lo hicieron tan bien, que la mayoría de los espectadores no se dio cuenta, pero el tema no era sobre minería y menos sobre salud. Sin embargo, tanto Golborne como el ministro de salud, Jaime Mañalich, quien hacía de médico de cabecera, estaban en primera línea y prácticamente con dedicación exclusiva. Pero la verdad es que los 33 son víctimas de una institucionalidad débil, de la irresponsabilidad de los empresarios y de la falta de fiscalización de los organismos (in)competentes (Sernageomin, en cuanto a los aspectos técnicos de las minas, y de la Dirección del Trabajo, encargada de velar por la correcta implementación de la ley laboral). Si los mineros estaban ahí, era por sus malas condiciones de trabajo; por las fallas del sistema.

Es cierto que Piñera anunció una reforma a la legislación y que prometió “una cultura de respeto hacia los trabajadores” y que “nunca más permitirá que en Chile se trabaje en condiciones tan inseguras y tan inhumanas como en la mina de San José”. Pero también es cierto que fuera de ese discurso, el tema laboral estaba en un segundo o tercer o cuarto plano. Camila Merino, la ministra del trabajo, sólo apareció unas pocas veces y con un perfil muy bajo, detrás de los demás. Esa fue una decisión muy bien pensada que vino desde La Moneda y que lejos de mostrar un distanciamiento de las viejas ideologías demuestra que la Chilean way incluye mucho de ellas. Aunque en el discurso haya sido una cosa, en la práctica para el gobierno lo de los mineros no era un tema laboral.

El foco en las mineras y no en los mineros


La capitalización del episodio de los mineros, para que sea real, no tiene que quedar sólo en un alza significativa en las encuestas y en viajes del Presidente por el mundo entregando rocas, papelitos y hablando de un “modelo chileno” de hacer las cosas bien. Porque hacer las cosas bien no significa sólo sacar a 33 hombres de un agujero, sino que arreglar los vacíos que quedaron de los gobiernos anteriores, solucionar las causas de ese accidente que podría haber sido evitado. Pero la espectacularidad que se le dio a todo el proceso apunta a otra cosa. Incluso ha habido parlamentarios, tanto de derecha como de oposición, que han tenido que pedirle a Piñera que acelere esos compromisos. Y ahí se nota que la ideología, en el fondo, sigue donde mismo: los diputados de derecha, por más que hablaban de mejorar las condiciones, jamás se refirieron a la ratificación del convenio 176 de la OIT, sobre higiene y seguridad en las faenas mineras. Muy probablemente, porque dicho convenio faculta a los propios trabajadores para paralizar las actividades de aquellas faenas que fundadamente les hagan temer por su seguridad.

Al mismo tiempo que pasaba lo de los mineros, en el Congreso empezaba a discutirse una ley que regularía el destino de los desechos de la minería en Chile. En todo el país, hay cientos de relaves mineros abandonados que no se ajustan a las reglas vigentes y que constituyen un peligro inminente para la población. Una semana antes del derrumbe, Golborne llegó ante los parlamentarios con la propuesta del gobierno, la cual rebajaba las exigencias a las empresas mineras y le quitaba la facultad al Sernageomin de clausurar faenas que no cumplan con los requisitos mínimos. Y si se considera que en los últimos años las crecientes utilidades de las empresas mineras no se condicen con los cambios en materia de seguridad y condiciones laborales, lo lógico, según ese discurso en pos del trabajador, es que la discusión sobre el royalty minero hubiera aumentado mucho más rápido y en mayor proporción de lo que finalmente se aprobó. Pero el aumento comenzará a regir por completo recién en 2018, con una tasa variable de entre 5% y 14%. Además, fija un período de transición con un gravamen de 4% a 9% entre 2010 y 2012. Esto se aprobó el 6 de octubre, pocos días antes de que salieran los 33 a la superficie, y constituyó un triunfo del gobierno. La discusión de si eso es bueno o malo es muy larga como para abordarla en estas líneas, pero esto en parte demuestra que el foco, por más que se diga que está en los trabajadores, está en las empresas: el 2011, cuando el tributo será menor, será un año en que todos los expertos prevén que el precio del cobre llegará a su mayor valor en cuatro décadas: entre US$ 3,5 y US$ 4 la libra (el precio promedio de este año llega a US$ 3,2).

Por otro lado, los dueños de la mina San José siguen impunes y los 300 mineros restantes del yacimiento continúan cesantes y sin nadie que los saque del hoyo. Lo que pasa en la minería, la principal actividad productiva de Chile, es sólo un ejemplo de cómo se están haciendo las cosas. Quizás el más conocido porque los mineros de Atacama hicieron que los ojos del mundo se posaran allí. Pero eso ocurre ahí y en otros sectores. La urgencia que antes había significado el terremoto quedó oculta y son muchas las ciudades –y por lo tanto, ciudadanos- que aún no ven cómo esa reconstrucción se materializa. En todo caso, aún es muy pronto para decir que no se ha hecho nada o que no se vaya a hacer nada. Queda por ver lo que el gobierno de Piñera pueda realizar en esas y otras materias y que la capitalización de lo que sucedió sea como debe ser. Eso sí, dudo que logre escapar de las ideologías, porque a fin de cuentas, la derecha y la izquierda siempre serán las mismas. Sólo que esa “unidad” a la que tanto se refirió el Presidente puede deberse más a una oposición que todavía no logra articularse después de haber perdido el gobierno y no a un punto de encuentro entre miradas y posturas que difícilmente podrían ir por la misma línea.

Publicado originalmente en Distintas Latitudes (24/11/2010)
Justificar a ambos lados

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