LANZAMIENTO "EL ÚLTIMO RAMAL"

Aunque este post tiene la etiqueta de “Actualidad”, la verdad es que no lo es tanto. Fue hace dos semanas, el martes 20 de octubre, en Talca. Como era a las 19:00 horas, muy pocos de los que quería que estuvieran pudieron llegar. A esa hora empezaba la ceremonia de lanzamiento de mi primer libro “El Último Ramal”, editado por la Universidad de Talca.

Cuando llegué ya estaba todo listo en la estación de ferrocarriles de la ciudad: justo a la entrada, al lado de la boletería, había una mesa rectangular larga con cuatro asientos, frente a cada uno de los cuales había un cartel que reservaba el asiento. Uno era para el seremi de transportes, Baldemar Higueras. Junto a él se sentaría el subsecretario de transportes, Raúl Erazo y entre él y yo estaría el rector de la Universidad de Talca, Juan Antonio Rock. Cada uno tendría que decir algo para las cerca de 50 personas sentadas frente a nosotros, entre los que había distintas autoridades regionales. Todo estaba listo menos lo que yo diría.

Sabía que al subirme al podio partiría por agradecer a los coautores del libro (Tomás Canals, Matías Fuenzalida y Leonardo Troncoso) y a Guillermo Blanco, aunque ninguno había podido asistir. Luego, la idea era contar algo sobre el reporteo: sobre las tardes encerrado en la Biblioteca Nacional revisando bibliografía, los viajes en el ramal desde Talca a Constitución, los tres viajes de tres días cada uno en los que conocí y entrevisté a los habitantes de los pequeños pueblos que bordean la ribera norte del río Maule, los platos de comida que me sirvieron, sus historias junto al ramal, las travesías a pie por la línea del tren, la vez que subí a un bote para pescar lisas en el Maule, cuando las comimos asadas en una fogata improvisada o la vez que tuve dormir en la estación de Maquehua, echado en uno de los asientos y muerto de frío. Esa vez estaba con Matías. Quisimos hacer una fogata pero justo mi encendedor se echó a perder. Dormimos pésimo.

Bueno, la idea era contar de eso y de la importancia del ramal para los maulinos. De hecho, según encuestas es considerado como uno de los dos principales símbolos identitarios de la región –además del río– y por algo fue nombrado Monumento Histórico por el Consejo de Monumentos Nacionales en 2007. Sobre todo eso tenía algunos apuntes en mi libreta. Pero no había dimensionado la importancia que le darían en la capital del Maule.

Al principio, pensaba en el lanzamiento del libro como algo “piolita”. Es que me basaba en el poco conocimiento de la existencia del ramal que hay en el resto del país. Pero para ellos era algo importante. Claramente también lo era para mí: después de tres años desde que empecé el proyecto, entre que se inició la investigación, se presentó como tesis, lo seguí trabajando, lo reescribí una, dos y hasta cinco veces, el libro ya salía a la venta. Pero no lo había dimensionado como algo importante para los demás, sino más que nada como logro personal –vuelvo a agradecer a los coautores.

Los demás exponentes tenían carpetas con discursos impresos. Primero fue el rector Rock, que dijo que el libro era muy importante para la universidad y todos los maulinos –dijo más cosas, pero eso era lo central de sus palabras–, que enorgullecían de publicarlo. Luego vine yo. Me puse nervioso. Los que me conocen saben que nunca he servido para hablar en público. Mi mamá dice que cuando chico no me costaba, pero de eso no me acuerdo. Yo sólo recuerdo las veces que he tartamudeado y quedado en blanco mientras la gente que espera que diga algo inteligente me mira. La cosa es que no sé qué cresta dije. A la tercera palabra, mis apuntes se habían ido a cualquier parte. Mientras, me tomaban fotos. Me grababan. Sigo sin saber qué demonios dije, pero creo que zafé.

Después hablaron Higueras y Erazo. De ellos, nada que decir. Muy lindas palabras, sobre todo las de Higueras, que demostraban que el ramal había sido parte importante de su vida. Luego, fotos, entrevistas y a escribir dedicatorias en los ejemplares para los maquinistas y trabajadores de la estación. Cuando terminé con ellos, casi toda la gente se había ido y el vino de honor se había acabado. Me tomé un pisco sour y volví a Santiago.

Así que ahí tienen el libro. Cuesta $12.000. Espero les guste.



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