PERIODISMO DIGITAL EN LA TIERRA DEL TEQUILA (I° Parte)

Entre el 18 de febrero y el 20 de marzo de 2009, el Centro de Periodismo Digital de la Universidad de Guadalajara dictó el curso-taller “Herramientas Digitales para un Efectivo Periodismo de Servicio Público”. Las dos primeras semanas fueron on-line; la última fue presencial, en la capital de Jalisco. De los 30 periodistas que iniciaron el curso, 20 fueron seleccionados para asistir a la reunión. Llegaron de toda Latinoamérica. Durante cuatro días discutimos la crisis del periodismo, las opciones que trae Internet y las herramientas para la entrega multimedia de la información. Pero no todo fue estudio en un salón con aire acondicionado. ¿Qué ocurre cuando 20 periodistas de distintas nacionalidades se reúnen en una ciudad con monumentos, plazas, tacos, mariachis y tequilas y no pueden salir a recorrer durante el día? Después de un mes -sí, más vale tarde que nunca-, ésta es la primera parte de lo que fue la visita a Guadalajara para uno de ellos.

Al llegar a Guadalajara todos sabíamos lo mismo: nadie nos iría a recoger y nadie nos daría indicaciones. El único detalle que conocíamos era que nos hospedaríamos en el Hotel Guadalajara Plaza Expo y que el tramo en taxi desde el aeropuerto costaba entre 200 y 250 pesos, algo así como US$20. También que nos quedaríamos hasta el viernes 20 de marzo participando en la fase presencial del curso “Herramientas Digitales para un Efectivo Periodismo de Servicio Público”, ofrecido por el Centro de Periodismo Digital de la Universidad de Guadalajara en conjunto con el International Center for Journalists (ICFJ) y el gigante de las telecomunicaciones en Norteamérica, AT&T. La beca incluía pasajes aéreos, cinco noches de hospedaje y pensión completa a excepción de una cena. Pero no teníamos idea del programa ni de cuántos asistentes habría ni de quiénes eran. A veces las mejores experiencias comienzan sin ninguna expectativa.

En el hotel nos esperaba Norma, una mexicana morena y delgada, la misma con la que habíamos tenido contacto a través de e-mails. Ella nos informaba las instrucciones del curso, respondía las dudas y organizó toda la parte logística del taller, y ahora era la encargada de recibirnos y darnos las primeras instrucciones.

-Aún no tengo el programa para entregárselos. Pero mañana sí. A las 07:00 nos vamos a reunir para desayunar y a las 09:00 comienza el curso –dijo después de saludar y preguntar por el viaje.

Era casi mediodía del domingo 15 y nos quedaba la tarde libre. Marcia, la otra chilena del grupo, ya había hecho su check-in. Había viajado desde Santiago a mi lado y recién cruzamos palabra cuando el avión estaba por aterrizar en Ciudad de México. Se le ocurrió que yo podía ser su compañero al ver que llevaba un notebook –que según la información que nos habían enviado, era “requisito indispensable”. El mío lo compré una semana antes del viaje-, pero no me dijo nada porque apenas subí al avión caí dormido. Ni siquiera alcancé a recibir los audífonos. Menos la comida. Es la magia del Reflexan.

La cosa es que ella ya había hecho el trámite y recibido el sobre amarillo que yo también recibiría después. En él había un folleto con un mensaje del rector del Sistema de Universidad Virtual de la Universidad de Guadalajara y una breve introducción con foto de cada uno de los ponentes y participantes. También un sobre con cupones para las comidas de cada día. Pero quedaba toda la tarde, así que después de instalarnos en nuestras habitaciones, con Marcia fuimos a caminar y a buscar algo para comer.

A sólo unas cuadras al noreste del hotel estaban los Arcos del Tercer Milenio, una estructura de 52 metros de altura compuesta de seis monumentales arcos amarillos de metal, uno más grande que el anterior, sobre una rotonda entre las avenidas Lázaro Cárdenas y Mariano Otero. Son 1.500 toneladas de acero en una superficie de 17 mil metros cuadrados. Pronto me enteraría que son pocos los tapatíos –así se les llama a la gente de Guadalajara; nunca supe bien el por qué- que les gusta el monumental proyecto. Muchos taxistas y otros tantos habitantes se quejan de los cientos de millones de pesos que ha costado. A ellos se suman los que simplemente lo encuentran feo. Es cosa de gustos, pero me sumo a estos últimos: parece un montón de logos de Mc Donald's uno sobre otro.

Nuestra idea era llegar al centro histórico de la ciudad, donde está la catedral rodeada de cuatro plazas, quedando ésta en medio de una enorme cruz. También están ahí el Palacio de Justicia, el Teatro Degollado y el Instituto Cultural Cabañas, que se edificó como orfanatorio en 1843. Pero no llegamos hasta allá. Junto a Marcia caminamos cerca de 40 minutos hasta que pasamos el edificio de la Universidad de Guadalajara, justo frente a uno de los tantos templos religiosos que se dispersan por la ciudad. Todos enormes y de estilo colonial, creímos que era la catedral. No lo era. También pensamos que pronto conoceríamos el edificio de la universidad por dentro, pero tampoco: las sesiones del curso serían en el Salón Pablo Neruda del mismo hotel. Finalmente almorzamos unas enchiladas rojas, tomamos unas cervezas y volvimos creyendo que habíamos conocido el centro de la ciudad. Así como Colón con las Indias, ni siquiera nos habíamos acercado.

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Al volver al hotel, a eso de las 16:30, Norma seguía recibiendo a los invitados. A ratos salía del hotel para fumar. Ella nos presentó a otros compañeros que estaban en el lobby: un chileno residente desde hace 10 años en Costa Rica, un peruano y una boliviana. Nos saludamos y cruzamos algunas palabras, pero fue cosa de minutos antes de que me retirara a mi alcoba. Después de la caminata bajo el sol de mediodía de Guadalajara, o sea, un paseo por un horno de cemento a 34°C –aunque la sensación térmica fácilmente alcanzaba los 40°- sin la más mínima brisa que aminorara el calor, no sólo estaba exhausto, sino también hediondo y sudado. Una ducha y a la cama el resto de la tarde. Después me levantaría para dar una vuelta por Plaza del Sol, un centro comercial a tres cuadras del hotel hacia el suroriente. En él hay almacenes de ropa, servicios financieros, fuentes de soda, cafeterías, tiendas de electrónica, papelería, farmacias, supermercados y más. Según wikipedia, se inauguró en 1969, transformándose en el primero de América Latina y en el que le dio el nombre de Plaza a los centros comerciales que se construirían después.

Luego de una vuelta, volví al hotel y me tomé una cerveza con el barman, un hombre canoso con una sonrisa que parecía tan fingida como permanente. Es que en México, la gente que trabaja en servicios suele ser así: todos te sonríen y te tratan con una disposición que podría ser considerada hasta como sumisión. Se ponen en una situación en la que están, casi literalmente, a tus órdenes. Es más, cuando le hablas a un mexicano nunca te va a responder “qué”, sino que “mande”.

Antes de tomar el vuelo, las últimas noticias que había recibido del país eran sobre las olas de violencia y caos que han desatado los carteles del narcotráfico. De las matanzas de Ciudad Juárez o del enorme poder del cartel de Sinaloa. De hecho, una semana antes habían encontrado en Guadalajara cuatro cajas con cabezas humanas en su interior. Al llegar me enteré de que el Chapo Guzmán, el capo prófugo del cartel de Sinaloa –lo dejaron salir de prisión luego de comprarse a todas las autoridades del recinto penitenciario hace un par de años- ingresó a la lista Forbes por un patrimonio estimado de US$ 1.000 millones. Pero no sólo eso: en los periódicos, narcotráfico; en la televisión, narcotráfico; en las librerías, algunas novelas junto a decenas de libros de narcotráfico y narcotraficantes. Desde que llegué a México supe que más que un problema, el narcotráfico era el gran tema de moda. Y sobre eso le pregunté al barman. Pero le bajó el perfil. Según él, el problema no da para tanto, que se ha exagerado. Aunque no sé qué tan así será: el año pasado hubo 6.200 muertes producto de la “narco-violencia”, de las cuales 10 fueron de periodistas. Eso ha transformado a México en el país latinoamericano más peligroso para ejercer el periodismo. Y precisamente de ese rubro era el curso que comenzaba a la semana siguiente.

Terminé la cerveza, le pagué los $35 que costaba y me fui a acostar con la sensación de que me había mentido.

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El lunes 16 comenzó como se había programado. En el desayuno, que era buffet, aparecieron las caras que no lo habían hecho el día anterior. Las había de Brasil, Argentina, Bolivia, Perú, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, El Salvador, Guatemala y México, y algunas de ellas trabajaban en Estados Unidos. Al terminar, se dio inicio al curso.

La ponente de ese y el próximo día era Hilda García, una periodista mexicana con más de 10 años de experiencia on-line. Fue la editora general web para el Grupo Editorial Expansión (marzo de 2007 - agosto de 2008). Coordinó los contenidos en www.cnnexpansion.com, www.chilango.com y www.quien.com, y apoyó los esfuerzos de integración multimedia entre las redacciones de las revistas impresas y las digitales. Fue subdirectora de multimedia en el periódico puertorriqueño El Nuevo Día, donde desarrolló su portal, www.endi.com. Durante ese tiempo, coordinó la integración multimedia de dos productos totalmente independientes hasta conformar una redacción que comparte contenidos, espacios y proyectos periodísticos. Actualmente, es subdirectora General Multimedia de El Universal.

Apenas nos sentamos a la mesa, Hilda se presentó y comenzó su exposición.

De entrada dijo: “Todo se está transformando. Internet nos movió el tapete”. Y es cierto. En el último tiempo varios medios impresos han cerrado debido a la baja en sus ventas. Otros han hecho reducción de personal, disminuyendo su planta en porcentajes alarmantes. Se habla de la muerte del papel. Y no tanto por la crisis económica. Eso, por las bajas de avisajes, sólo ha sido un acelerador. La masificación de Internet y el constante aumento del flujo de información periodística ha sido el verdadero detonador del “problema” de diarios, periódicos y revistas. Cada vez son menos los que leen papel. Y menos los que lo compran. En cambio, el consumo de información on-line ha aumentado y se ha posicionado como la principal vía de acceso a las noticias. Es más rápida, actual e interactiva, algo que el papel no tiene y que las audiencias demandan cada vez en busca de participación. La discusión de los próximos dos días se centraría en ese contexto.

Durante el resto de la exposición, Hilda siguió ahondando en las dificultades que han tenido las redacciones tradicionales de los medios para pasar a una plataforma multimedia. Esto no es simplemente publicar en Internet, sino la conjunción de elementos informativos multisoporte en una sola pieza periodística. En otras palabras, presentar la información con texto, imágenes, videos, audio y elementos interactivos como gráficos u organigramas de manera integral. También habló de la importancia de crear guiones, de la diferenciación y de las técnicas para escribir en la web. Esther Vargas, una periodista peruana -editora de la sección Ciudad del diario Perú.21- que participó en el taller, resume muy bien la exposición de Hilda en su blog. El título del post: Los retos del nuevo periodista.

La clase duró desde las 09:00 hasta las 19:30, con un descanso de una hora para almorzar. Al salir todos estábamos agotados, pero con ganas de salir del hotel y conocer algo de la ciudad, de respirar algo que no fuera aire acondicionado. Vania, la única periodista de Guadalajara que participó en el curso, dijo que sabía de un lugar adónde ir. Ella tenía 28 años, ojos verdes, una cámara increíble y buena disposición para sacar a pasear a un grupo de extranjeros por sus tierras tapatías. Desde ese momento se convirtió en nuestra guía turística, con transporte incluido. Después de guardar los computadores, el grupo ya estaba reunido en la entrada del hotel. Vania había hablado de un trago del que nadie tenía conocimiento, de uno que sólo se encontraba en un bar de esos perdidos en las ciudades, de esos a los que uno no llega si no lo llevan, de esos en los que te tratan como si estuvieras en casa, de esos de los que difícilmente te quieres ir. Su nombre, Los Estepales. El trago: Nalgas Alegres. Sólo nombrarlo ya se hacía irresistible.

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Continuará...



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