MAMMA CIULLA: EL REINADO NARCO DE ELENA GUERRERO

Elena Guerrero Espinal no es cualquier presa. Partió en los '70 como lanza internacional y terminó siendo la jefa de un clan que trasladaba kilos y kilos de cocaína a Europa, que manejaba más de 100 burreros, que tenía conexiones con la mafia italiana, que era el objetivo de las policías en todo el mundo. En septiembre se inició el juicio contra su yerno, Giovanni Ciulla, y (al menos en esa causa) para la policía ella es sólo un peón. Pero la historia dice lo contrario. Elena se encargó de transformar la imagen de la mujer narco, de llevarla a otro nivel. Logró un imperio, una tradición familiar. Y lo niega todo. Es una profesional.

A los 55 años y tras unos enormes lentes oscuros que le cubren el rostro desfigurado, Elena del Carmen Guerrero Espinal lo niega todo: sus inicios en la década del ’70, sus contactos con la mafia italiana en los ’80, los 54 kilos de cocaína que la llevaron en 1992 a cárceles de Brasil e Italia y la detención el año pasado de Romina Villalón, su hija, por emularla. Para ella, todos son inventos que corrían a través del mundo mediante comunicados de Interpol.

En Chile, Argentina Italia, Alemania, Brasil y Suiza Elena era una conocida de las policías. Desde que en 1970, con sólo 100 dólares y 18 años emigró a Europa para hacer carrera de lanza internacional, Guerrero dejó de ser una delincuente cualquiera. De ser una simple mechera, en sólo unos años ya se había convertido en la matriarca de un clan que unía a los traficantes más importantes y famosos de Chile con la mafia italiana y coordinaba a cerca de 100 burreros que enviaban cocaína desde Sudamérica a Europa. Con ella se dio inicio a una especie de profesión por herencia familiar. Claramente, llevó la reputación de la mujer narcotraficante a otro nivel.

En el mundo del hampa chileno, el lanza internacional tiene prestigio. Por lo mismo, muchos de los delincuentes que pretenden hacer una carrera criminal que sea respetada viajan a Europa. Una vez ahí, se reúnen, comparten experiencias y amplían sus nexos. De hecho, muchos de los criminales más importantes del país se iniciaron de esa forma y en 1970, el fin de Elena era ser una de las primeras mujeres en ingresar a ese grupo.

Sus primeros años en Italia los dedicó al hurto, pero sus contactos crecieron y pronto entró en el rubro del tráfico de drogas. En 1973, junto a Guillermo Villalón, un lanza internacional que en ese entonces era su pareja, fue sorprendida en Suiza portando clorhidrato de cocaína. Él fue detenido; ella, embarazada, logró escapar. De ahí, comenzó a movilizarse: al año siguiente fue detenida en Milán por el mismo delito, en 1975 cayó en Chile por dos kilos de cocaína que ingresó a Argentina y en el ’76 la aprehendieron en Roma y en Mendoza. En 1977, Guerrero, conocida como “La Canalla”, volvió a Europa bajo el nombre falso de Patricia Gutiérrez Rojas. Dos años después, fue detenida nuevamente en Italia. Pero al poco tiempo, Elena comenzaría una relación con Giussepe Ciulla, un italiano ligado a la mafia de Palermo que conoció en una fiesta. El resto de su vida estaría marcada por esa relación.

-Casi siempre las mujeres que se introducen en el negocio del tráfico tienen una pareja involucrada con drogas. Por lo mismo, no es que ella ocupe una escala menor o una mayor, pero sí está sujeta a lo que el hombre que la vincula pueda hacer. Pero esto es al inicio –explica el inspector de Investigaciones Carlos Herrera, jefe de la oficina de análisis de la Brigada Antinarcóticos Metropolitana.

Así ocurrió con Guerrero Espinal. Al casarse en 1980 con Giussepe, Elena entraba a las grandes ligas del narcotráfico internacional. La familia Ciulla ya era conocida en Italia por lavado de dinero, el ingreso de heroína y morfina a ese país y el asesinato de un juez. Ahora, los nexos en Sudamérica de Elena les servirían para ampliar su negocio.

Ese mismo año, la pareja se instaló en Chile con documentos falsificados para poner en pie la nueva actividad: el envío de cocaína desde Bolivia a Europa. Siete años después, las operaciones ya estaban en función y habían sido todo un éxito, pero desde Italia los empezaban a buscar. En 1989, justo al enterarse de una condena a 60 años de prisión en su contra, Giussepe regularizó su situación en Chile luego de numerosas entradas y salidas. Había logrado escapar y para ese entonces, ambos lideraban una red de tráfico que en sólo unos años pasaría a depender casi exclusivamente de Elena.


El clan

El negocio en los ’80 andaba bien. Giussepe y Elena mantenían un flujo regular de correos humanos a Europa y como fachada habían instalado en Chile distintas empresas que les permitían blanquear sus ganancias. Los rubros elegidos fueron la construcción y la importación y exportación, además de algunos pequeños restaurantes de comida italiana. Por otro lado, como el padre de Elena había sido jinete de carreras y ella había crecido en torno al mundo de la hípica, Guerrero adquirió el stud Record, donde preparaba sus caballos antes de correr. Su presencia regular en el Club Hípico convirtió a la pareja en personajes conocidos. Elena, con su cabellera rubia y ostentosas chaquetas de piel, iba habitualmente a las carreras para ver a sus equinos participar y cuando alguno ganaba, posaba sonriente en las fotografías. Pero nada de eso impidió que el tráfico de cocaína boliviana continuara

Casi al mismo tiempo en que Giussepe Ciulla regularizaba su situación de inmigrante en el país, la Justicia italiana enviaba a través de su embajada una orden de extradición en su contra. Pero nunca se hizo efectiva. El 12 de agosto de 1990, después de haber visto a su yegua Mancollada competir, la pareja sufrió un accidente camino a su casa en La Reina. En la esquina de las calles Nataniel y Tarapacá, el auto en que viajaban perdió el control. El prófugo italiano murió. Elena sufrió fracturas en la pelvis y el cráneo; su rostro cambió por completo: las cicatrices le quedarían de por vida.

Pero el negocio tenía que seguir. Una vez muerto el hombre fuerte de la organización, Elena, aunque malograda por el accidente, quedaba a la cabeza. Como aún estaba convaleciente, la unión familiar, típica de las mafias italianas, se hizo presente. A los pocos días del deceso de Giussepe, sus hermanos Salvatore y Césare arribaron al país. Una vez repuesta, Elena se asoció a sus cuñados y comenzaron una etapa de expansión como nunca antes se había visto. Sólo meses después, traficantes como Oscar “el Vinchuca” Guzmán Peña, su mujer, Carmen Honorato Azócar, y Patricia “la Patty” Pinochet Pinochet se unirían a las gestiones en Chile del renovado clan Ciulla. Y sus acciones serían a gran escala.

Elena sería la financista junto a sus cuñados, ocupando el peldaño más alto en la escala jerárquica narco. La droga elaborada en Bolivia era proveída por tres traficantes chilenos radicados en Santa Cruz de la Sierra: Martín Peter Tomasín Rivera, Ángel Gabriel Muñoz Plaza y Héctor Pinto Navarro. Mientras, otros miembros como el “Vinchuca”, su esposa y la “Patty” se encargaban de reclutar a los burreros, lo que al parecer, no fue un problema.

-Los correos, generalmente, poseen un nivel mínimo de educación: son el escalafón más bajo de la organización. No son muy importantes, ya que el riesgo que corren en relación al dinero que recaudan es una ridiculez. Pero para ellos, con su nivel de educación y su realidad socioeconómica, es realmente importante –cuenta Herrera.

Cada uno de los correos, después de cargarse con un promedio de cuatro kilos de cocaína, se embarcaba hacia Europa por separado desde Argentina, Brasil o Paraguay. La entrada al continente se iba alternando para “limpiar la ruta”. Los vuelos llegaban a Holanda, Francia, Alemania o Suiza. Desde ahí se dirigían por tierra hasta Italia, donde Guillermo Villalón junto a otras personas se encargaban de recibir la droga y entregarla a los distribuidores finales en Italia y España, ya que en esos países se transaba a mejor precio. En la actualidad, los grupos de narcotráfico sólidos poseen cerca de 10 burreros encargados de transportar la droga. La organización de Elena Guerrero y los hermanos Ciulla tenía más de cien.


La extradición

Para octubre de 1991, la organización de Elena seguía creciendo en un ambiente familiar. Ese mes, Villalón fue detenido en Suiza al momento que recibía tres burreros con 12 kilos de cocaína. Las investigaciones posteriores a su aprehensión detectaron tres de las cuentas que el clan Ciulla utilizaba para guardar el dinero proveniente de sus actividades: una pertenecía a Guido Lucatto (nombre falso de Salvatore Ciulla) y las otras dos a la pareja de recién casados Romina Villalón, hija de Elena y Guillermo, y el sobrino de Giussepe, Giovanni Ciulla. Un año después, el padre de Romina trataría de escapar de la cárcel “La Stampa Catro”, en Lugano. Murió acribillado en el intento.

Para cuando los restos de su ex pareja llegaron a Chile, Elena ya contaba con una orden de extradición desde Italia, donde la habían condenado a 30 años por tres sentencias por falsificación y tráfico de estupefacientes. Pero no se intimidó. Ya se había acostumbrado a ser toda una conocida: a esa altura las policías de gran parte de Europa y Sudamérica se comunicaban y se traspasaban documentos con los antecedentes y fotos de Guerrero. Por lo mismo, sus actividades siguieron como si nada, aunque no sería por mucho. El 25 de junio de 1992 la embajada italiana en Chile recibió dos órdenes de extradición para los hermanos Ciulla. A los pocos días, a ambos se les perdió el rastro, pero continuarían apoyando a Elena vía telefónica desde el exterior. Sin embargo, pocos meses después Elena cometió un error.

-El de Elena era un rol organizacional. Las personas que cumplen ese papel por lo general no tienen contacto con la droga: sólo dirigen la organización, la financian y reciben los proyectos –explica Víctor Santelices, fiscal adjunto de la Fiscalía Metropolitana Oriente.

A pesar de contar con una fuerza de correos que pocas organizaciones llegan a manejar, Guerrero Espinal se cargó a sí misma con droga y partió a Sao Paulo. Hizo lo mismo que sus burreros: se la adosó al cuerpo, la impregnó en su ropa y la escondió en su equipaje. Pero fue sorprendida. Al detenerla, la policía brasileña le incautó 54 kilos de cocaína. En ese entonces, la orden de detención para Elena no era sólo cosa entre Chile e Italia, sino que Interpol ya había difundido la petición en todos los países por donde pasaban los miembros del clan. Al día siguiente, Elena empezaba a cumplir su condena italiana en Brasil. En 1994, los hermanos Salvatore y Césare Ciulla fueron detenidos en Brasil y Perú, respectivamente, y deportados a Italia. “La Canalla” se quedaría en Sudamérica unos años más. En 2003, haría el mismo viaje que sus cuñados.

Con la caída de la matriarca, parecía que el clan Ciulla se desmoronaría. Pero no fue así. En 1993, antes de las aprehensiones de los hermanos Salvatore y Césare, Elena envió una carta a la jefatura de drogas desde Brasil para solicitar un recurso de amparo para sus hijas Jeanette y Romina Villalón y Giovanni Ciulla. Según ella, Investigaciones los hostigaba constantemente para obtener información, pero en la policía civil aseguran que era otro el motivo de la carta.

-La petición de recursos de amparo para los involucrados que no han sido detenidos es algo normal en el narcotráfico. Ellos lo hacen para averiguar si sus familiares están siendo investigados o no –dice Carlos Herrera.

Mientras los viejos jefes del clan Ciulla estaban en prisión, Romina y Giovanni intentaban volver a parar el negocio, aunque a tropezones. En 1997, Giovanni fue detenido en Perú por cargos de tráfico y pasaría preso en ese país los próximos cinco años. Una vez en libertad volvería a Chile, se reuniría con Romina y comenzaría a rearmar el antiguo negocio familiar. Sus años en Perú le habían servido para armar una nueva base de nexos proveedores. El modelo ya lo tenían: Elena les había enseñado todo lo que sabía y los apoyaría desde su celda en Italia.


La sucesión

En octubre de 2006, las actividades de una nueva versión del clan Ciulla ya estaban en operaciones. Romina Villalón y Giovanni Ciulla cumplían las mismas funciones que años atrás habían desempeñado Elena Guerrero y sus cuñados: financiaban y organizaban cada movimiento usando como fachada la empresa Inversiones Manon, que habían montado en 1994. Al momento de recomenzar sus acciones, Oscar el “Vinchuca” Guzmán estaba preso y la “Patty” Pinochet muerta, por lo que necesitaban nuevos reclutadores de burreros. Pero conseguirlos no sería problema. Una tía de Romina, Ana Jiménez Espinal, poseía un prostíbulo sin nombre en el centro de Santiago, el que manejaba junto a su hijo, Julio Farías. Era un lugar privado donde los clientes llamaban para concertar citas y luego llegaban para concretarlas. Ana ya había colaborado como correo para su prima Elena, y no tenía inconvenientes en hablar con algunas chicas y enseñarles cómo hacerlo.

A pesar de que la droga provenía de Perú, los correos en su mayoría eran ciudadanas chilenas. Ellas debían viajar a ese país para recoger los tres kilos de cocaína que en promedio se cargaban. Luego se la adosaban al muslo y volvían a Chile o se iban a Argentina o Brasil. El resto del viaje era el mismo que realizaban los burreros al mando de Elena: desde ahí se embarcaban nuevamente en un avión rumbo a Amsterdam, París o Madrid y por tierra llegaban a Italia. Todos esos viajes servían para “limpiar la ruta”, tarea a cargo de una agencia de viajes de Viña del Mar.

-Es más seguro reclutar a un chileno que a un peruano, un boliviano o un colombiano: los países europeos siempre van a tener en la mira los vuelos provenientes de países productores o que hayan pasado por ellos. Salir de Chile, un país que no es productor de droga, o incluso desde Argentina o Brasil, facilita que entren a Europa con una imagen de turista –asegura el inspector de Investigaciones Carlos Herrera.

Los viajes de los correos cargados con droga, por todas las escalas que debían hacer y el tiempo que demoraban, eran verdaderas travesías que fácilmente podían ser encubiertas como vacaciones. En cambio, había otros que viajaban por sólo dos o tres días para recaudar el dinero. Según el fiscal Víctor Santelices, encargado de la investigación que terminaría con Romina y el resto del grupo presos en agosto de 2007, “esto era algo muy interesante, porque al momento de la fiscalización en los aeropuertos no se les encontraba nada de drogas, por lo que no había problemas”.

Mientras su hija y su yerno revivían sus experiencias, Elena pasaba los días en una cárcel de Roma. Según le contó a una funcionaria del CPF, allá “estaba bien atendida, tenía un sistema de supermercado que funcionaba por fichas y cada cierto tiempo la sacaban en un bus a dar vueltas por la ciudad”. Desde ahí coordinaba las entregas por teléfono. El encargado de la recepción era un tal “Vicente”, un italiano que hasta el momento no ha sido identificado y que recibía todas las cargas de cocaína enviadas por Romina y Giovanni. Aunque hubo algunas que no llegaron.


El término

Durante los diez meses que duró la indagación por parte de la Fiscalía Oriente y la Brigada Antinarcóticos de Investigaciones, cinco personas enviadas por la nueva cúpula del clan fueron detenidas en aeropuertos europeos. Las detenciones se efectuaron entre febrero y julio de 2007. Pero Villalón y Ciulla no pensaron que era parte de una investigación policial. Es más, ellos no sospechaban siquiera que existía alguna: en las conversaciones telefónicas intervenidas por los investigadores atribuían las aprehensiones en Europa a controles rutinarios y a la mala suerte.

-Pero no era problema para ellos: cuando caía una persona, dos o tres semanas después ya estaban nuevamente reclutando a otras, sacándoles el pasaporte y los pasajes. Por lo tanto, me da la impresión que su detención fue bastante sorpresiva –cuenta el fiscal Santelices.

En agosto de 2007, una operación simultánea de la policía civil en La Reina, Viña del Mar, Santiago Centro, Renca, La Cisterna y Vitacura terminó con la captura de once personas, entre las que estaban Giovanni y Romina. Aparte de la pareja, dentro del grupo que fue procesado había otros cinco familiares, además de Elena Guerrero Espinal, quien estaba a punto de volver a Chile.

El accidente que había sufrido Guerrero junto a Giussepe en 1990 no sólo le había desfigurado la cara, sino que también le produjo problemas de desplazamiento al que, con el tiempo, se sumaron distintas enfermedades. Además, ella misma le contó a una funcionaria del CPF que “extrañaba a sus hijas y quería volver para estar con ellas. Que ya había sido demasiado el tiempo que había pasado lejos”. Por lo mismo, apelando al Tratado de Estrasburgo sobre Traslado de Personas Condenadas, al cual Chile adscribió en noviembre de 1998, accedió a la oportunidad de cumplir su condena en el país de su nacionalidad “como una forma de lograr su reinserción social”.

Cuando a la ex matriarca del clan Ciulla le fue concedido el beneficio a fines de 2007, Romina y su hermana Juliette ya estaban en el CPF como imputadas.

-Romina Villalón es primeriza pero estaba haciendo mucho ruido. Es que ella, sin ser chora, es como líder y, además, muy conflictiva. Por eso la cambiamos de Esperanza a Patio 2 –dice una gendarme del CPF.

Sin embargo, Elena no tuvo el mismo inconveniente. A pesar de haber llegado “con aires como de señora y sacando a la luz todo eso de haber estado en el extranjero”, según cuenta una funcionaria del CPF, desde su arribo a la sección Pabellón no ha tenido ningún problema de conducta y ha estado trabajando en el taller de costura. Y aún le quedan cerca de 20 años para terminar su condena. Mientras, pasan los días y “La Canalla” cambió de rubro: de ser la mandamás de una de las organizaciones narco más importantes de Chile pasó a confeccionar títeres a pedido de la Junta Nacional de Jardines Infantiles y pegar etiquetas a algunos jeans que envían de alguna fábrica.

De su pasado, lo sigue negando todo tras sus enormes gafas de sol.

Comentarios

oximoron ha dicho que…
Hi,
this is the sooooooooo long post, but very good written by you about this theme...
Anónimo ha dicho que…
pensar que uno no elije a la Familia, pensar que esta vieja es una mancha en la familia.

por suerte es un familiar lejano