ARAÑA EN EL MAULE

Calor. Me siento en la arena. Un rato de descanso y de sombra. Las aguas del río Maule parecen calmas, pero no: corren arremolinadas, como apuradas, para juntarse con el mar. Algunos peces saltan de vez en cuando y unos pájaros suenan a lo lejos, en los bosques. Tranquilidad.
Una araña pollito aparece. No se preocupa por mi presencia, pero claramente yo sí me percato de ella. Bordea la pequeña playa de arena oscura. En ella, los botes a remo que utilizan los habitantes para cruzar el río atracan para poder acceder al ramal, el buscarril que recorre la ribera norte del Maule. Dos veces diarias, el tren va desde Talca a Constitución, pasando por pequeños poblados rurales que han ido quedando cada vez más abandonados. Es que es la única vía de movilización y comunicación entre los asentamientos; desde mayo de 2007 Monumento Nacional; y lo único que logra romper la monotonía y quietud de una hermosa zona entre viñedos, montañas y bosques. Pero a ella parece no importarle.
Camina lenta y silenciosamente bajo la sombra de unos arbustos, dejando pequeñas y delicadas huellas, como si ni el paso de uno de los ríos más importantes y caudalosos de Chile ni el correr del tiempo le importaran. Tampoco que la observe y menos que la fotografíe. Sorpresivamente, así como aparece, se introduce en una maraña de ramas. Se pierde. La pierdo. No la vuelvo a ver.
Subo hasta el paradero con una foto más en mi cámara. Se ve la tranquilidad. Valió la pena el descanso: ya no tengo tanto calor. El tren se acerca. Lo tomo. Me voy.

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